Antes de «leer» una imagen, piensa en esto (Parte II)

Situarse ante un campo de visión es como entrar en un campo de batalla donde muchos estímulos distintos van a bombardear a un tiempo tu capacidad de percepción. Para adaptarte a ello y vencer el caos inicial, tu sentido de la vista selecciona estableciendo jerarquías y estructurando lo que ves. Al fin y al cabo, solo captamos lo que podemos hacer nuestro, solo aquello que podamos «digerir». Los estímulos informes no serán percibidos, no se entenderán. Somos seres inteligentes y eso significa que percibir es otorgar sentido. Si algo no se comprende o no se «formatea» en nuestro cerebro, simplemente se desvanece. Un ilustrador debe tener esto siempre presente.

Básicamente el oficio de artista consiste en atrapar imágenes y orientarlas dentro de alguna clase de arreglo de modo tal que resulten no solo comprensibles sino también evocadoras. Pero este trabajo de puesta en imagen es posible gracias a que como especie humana compartimos un modo universal de estructurar lo que vemos. La eficacia gráfica, pues, parte de un hábil manejo de estos principios perceptivos del visionado que mencionábamos hablando de la Gestalt, ya que «[…] cada forma posee un capital de energía que es su capacidad para atraer la mirada sobre ella» (Grupo µ, 1993: 202).


© Carlos Rubio, A juego lento, Mar Benegas, Litera Libros, 2016

Por lo tanto, todo el esfuerzo que hagamos por clarificar una imagen revierte en eficacia comunicativa. Un ejemplo que resume muy bien esta idea son las ilustraciones tipográficas de Carlos Rubio para el actividario de Mar Benegas A Juego Lento. Concebido como cuaderno de ejercicios para «cocinar» poesía, sus ilustraciones son composiciones protagonizadas por la letra «P» de «poesía». La doble página que mostramos aquí es la apertura del segundo capítulo: «Para ser poeta». Jugando con el valor visual de las letras (semillas de las palabras), Carlos Rubio es capaz de encontrar una sencilla estructura que, sin embargo, porta resonancias muy evocadoras con varios niveles de diálogo: por un lado el que entablan imágenes y texto; por otro, el que surge de las propias letras consigo mismas por la ambigua situación en la que aquí son convocadas.

Lo cierto es que aprovechando los procesos mentales que nos son comunes —bien sean de naturaleza fisiológica o transmitidos culturalmente— hemos establecido ciertas convenciones que algunos confunden con códigos. Estas convenciones se integran en el lecto-espectador de un modo más o menos intuitivo gracias a que provienen de la lógica de los perceptos* o conceptos prelingüisticos. Por ejemplo, pensemos en el simple dibujo esquemático de una flecha: simboliza la penetración de un espacio por impulso de una fuerza proyectiva. El astil de la flecha dibuja una trayectoria, mientras que la punta con su forma angular evoca una incisión y señala una capacidad de penetración. Todas estas cualidades gráficas provienen del percepto «direccionalidad». Gracias a esta conformidad con el percepto, el icono «flecha» adquiere un sentido simbólico e incluso podemos tipificar su significado en ámbitos más restrictivos dentro sistemas mejor codificados como es el caso de la señalética (por ej. las señales de tráfico). Y una vez tipificado, nada impide que un artista visual como Carlos Rubio se permita recurrir al icono en composiciones más complejas de interpretar, como el que vemos de nuevo en el interior de A Juego Lento, donde, a la inversa que antes, esta vez los dibujos van a ser letras.



Así pues, buena parte de las reglas y normas de composición que aprendemos en las escuelas de arte se fundamentan en las bases perceptivas comunes y de ahí extraemos su alcance comunicativo. Por ejemplo, el ordenamiento de los colores y sus relaciones se estudia en la rueda de color, la cual se conecta con la circularidad dinámica y la complementareidad que se desprende de ella. Otro ejemplo: la geometría de las proporciones brota del sentido del equilibrio y las leyes de concordancia. De hecho, un buen ejercicio para el estudiante de arte sería descubrir esta implicación de las leyes de la naturaleza (y de los perceptos con los que las interpretamos) en las estructuras que ordenan y guían nuestras composiciones, ya que también las reglas y normativas en el arte son reflejo de la realidad fenoménica, o sea, también son miméticas.

Cuando una imagen logra sintonizar con el orden esencial del fenómeno que desea expresar consigue captar un gran poder de resonancia. Es lo que sucede con la ilustración tipográfica «Para ser poeta». Consigue entrecruzar varias magnitudes gráficas, como son la clonación masiva de signos gráficos por filas, a modo de un desfile militar en contraste con la singularidad de la letra «P» blanca orientada en sentido contrario, como a contracorriente. Las cualidades de los signos negros: el color, la simetría especular (una «P» del revés) y el avance adverso (de dcha. a izda.) sugieren un significado desfavorable; mientras que la «P» blanca se percibe como lo correcto luchando por abrirse camino, de lo que desprendemos una defensa de la poesía como algo liberador.

Tal y como vemos, toda composición visual es una trama compleja de relaciones donde cada detalle por minúsculo que sea cuenta su historia, lo que está en relación con uno de los principios básicos de la percepción: ningún hecho puede ser captado aisladamente. Cualquier imagen, como decíamos, es un todo orgánico que sintetizamos de modo global, como proceso de campo. Pero es importante tener en cuenta que esa síntesis toma forma en el espectador y por el espectador, de manera que es el producto de una adecuación personal mediatizada por lo que logramos captar de lo que vemos, o sea, lo que hemos aprendido a percibir y conservado en la memoria. Por lo tanto, toda contemplación es en sí misma un acto de rememoración, ya que la mente ineludiblemente va a recurrir a lo que recuerda para asimilar las ideas. También lo recíproco es cierto: la memoria necesita que lo que percibe adquiera forma (sea visual o no) para grabar los recuerdos.

Llegados a este punto habría que recordar que este artículo nace para debatir la pertinencia de considerar la comunicación visual y el arte como lenguaje y quizá todavía no hayamos sido capaces de aportar suficiente argumentación. Por tanto, dejo en suspenso un par de preguntas: ¿Qué tipo de comunicación establece la imagen? ¿Cuáles son sus limitaciones y cuáles sus potencialidades?

(Continuará)


* Un precepto es un concepto vinculado a la manera en que estructuramos lo sensorial y la realidad perceptible y aparente sobre la que actuamos. Tiene cierto grado de abstracción, pero pide una situación operativa. Percepto es por ejemplo la idea de similitud, proximidad, campo, límite, contorno, equilibrio, contraste, etc. Son los cimientos de nuestro pensamiento intelectual y dictan por tanto las dinámicas a la hora de organizar el espacio en nuestras creaciones artísticas.


Referencias bibliográficas:

Grupo 𝜇 (1993) Tratado del signo visual. Madrid, Cátedra.

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