Desafíos de no-ficción


© Imagen: Marília Navickaite

A propósito del cuaderno Alfabeto del libro de conocimientos (debatido aquí con todos vosotros) y de las nuevas tendencias del libro álbum de no-ficción, comparto una conversación mantenida recientemente con mi colega brasileña Ana Paula Campos, diseñadora y directora de arte especializada en divulgación científica para la infancia. La charla nos aproxima, entre otras cosas, a las características más innovadoras de estos libros, a su capacidad para generar asombro y a las experiencias didácticas que impulsan. La entrevista ha sido promovida por O Lugar de Ler, una plataforma de recursos entorno a la LIJ dinamizada desde Brasil por Dani Gutfreund, Janette Tavano y Mari Demuth. 

Ana Paula Campos.-Tienes una carrera como educadora de Infantil y profesora de arte en las escuelas. En general, los libros de no-ficción no están asociados con el universo del arte, más bien se consideran ligados a los libros de ciencia. ¿Cómo comenzó tu interés por los libros informativos y los álbumes de no-ficción? Y, ¿cómo ves la relación entre este tipo de libro y la lectura en la escuela?

Ana G. Lartitegui.-Todo empezó con el monográfico «Metamorfosis de la divulgación» (2014) de la revista Fuera [de] Margen. Luego vino la conferencia alfabética* de Salamanca (2015). Al mismo tiempo empezó a rodar el curso «El gabinete de las maravillas», después se editó mi estudio Alfabeto del libro de conocimientos (2018), lo que multiplicó las ocasiones de mover el tema en talleres y conferencias. Buena parte del público que acude a escucharme está buscando orientación para renovar los fondos de su biblioteca. Saben que el mercado está lleno de novedades e intuyen que algo importante está cambiando con ellas. Pero no están seguros de que estos cambios sean para bien. Les falta un conocimiento reflexivo, argumentos para descubrir el verdadero valor de estas publicaciones y poderlas insertar en sus programas curriculares, como complemento para el trabajo por temas, para despertar la afición por la cultura científica, para la educación lectora y, sobre todo, para principiar la alfabetización informacional, algo para lo que son materiales idóneos.


A. P. C.- Los gabinetes de curiosidades surgieron en Europa en los siglos XVI y XVII como colecciones de objetos exóticos, procedentes de diferentes regiones del planeta y obtenidas en expediciones exploratorias, durante la colonización. Cuéntanos un poco sobre lo que llamas «El gabinete de las maravillas».

A. G. L.- Mi particular «gabinete de las maravillas» es un curso sobre libro informativo y álbum de no-ficción que he impartido de forma presencial para diversas entidades y también en formato online en la plataforma www.elsitiodelaspalabras.es. Lo llamo así porque estos libros despiertan la misma avidez por las curiosidades y el descubrimiento que pretendían estos antiguos cuartos de maravillas, precursores de los museos. Pero también, muy especialmente, porque la exposición bibliográfica con la que trabajamos es en sí misma una colección de ejemplares sorprendentes que juegan todos ellos a parecer objetos exóticos, casi «únicos», por su nivel de experimentalidad creativa.


Alfabeto del libro de conocimientos, Ana G. Lartitegui, «Cuadernos Hexágono nº 6, Pantalia Publicaciones, 2018. 
Fotografía del índice de contenidos.

A. P. C.- ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro Alfabeto del libro de conocimientos: Paradigmas de una nueva era, las definiciones, la elección de las entradas, los ejemplos, etc.?

A. G. L.- El formato alfabético era un desafío interesante para ofrecer un discurso analítico, pero desquiciante a la hora de ordenar las piezas sin que nada falte ni sobre. La idea me vino el día que nos encargaron una conferencia sobre el nuevo tipo de libro informativo, a Sergio Lairla y a mí, para la Feria del Libro de Salamanca. De esta conferencia alfabética originaria decidí mantener veinte vocablos. Quizá esta fue la parte más difícil. Antes, había tomado montones de apuntes sobre lo que me interesaba investigar. Agrupé temáticamente las anotaciones y fueron surgiendo los vocablos. En algunos casos dudé bastante; por ejemplo, recuerdo que la «c» fue «catálogo» antes de «conocimiento», la «f» pasó de «fotografía» a «ficción», la «o» primero fue «origen» y luego «organización» y con la «z» intenté «zoom» y «zig-zag» y al final se quedó en «zapeo». En cuanto a los ejemplos, manejé un corpus muy amplio de casi doscientos cincuenta libros, elegidos entre otros muchos por representar de un modo u otro los rasgos que me interesaba describir. Es decir, el estudio no se hizo sobre un muestreo azaroso de ejemplos, sino sobre un conjunto escogido para profundizar en su valor de conjunto.


A. P. C.- ¿Podrías contarnos un poco más sobre este proceso? ¿Cuánto tiempo te llevó, si contabas con colaboradores, cuántos libros componen el corpus y otros detalles de la investigación y el desarrollo del trabajo?

A. G. L.- Pues tendría que hacer un esfuerzo de memoria, ya que no fue un proceso metódico, sino el resultado de mis indagaciones particulares. Para la conferencia alfabética Sergio y yo partíamos de un corpus amplio que habíamos ido reuniendo indagando las novedades de álbum desde la atalaya de la revista-observatorio Fuera [de] Margen. Cristalizó en cuarenta y tres obras. En 2017 decidí abordar el estudio en solitario y enmarcarlo en las actividades de debate del Círculo Hexágono. El proceso de trabajo fue individual. Rastreé progresivamente bibliotecas, librerías, revistas especializadas y redes sociales. Un examen superficial de las obras me bastaba para saber si eran lo que yo estaba buscando. ¿Y qué buscaba? Básicamente modelos que reflejasen la crisis de pensamiento en los modelos de conocimiento y en la literatura gráfica posmoderna. Era importante basarse en una muestra de libros vivos y novedades, ya que el estudio pretende analizar una tendencia actual. Finalmente, sobre una base de ciento veinte títulos de álbum y cómic y catorce colecciones o series, presenté en febrero de 2018 un primer borrador del estudio a los encuentros de debate Círculo Hexágono en Gijón. A partir de ahí la lista se depuró en parte y siguió creciendo antes de su edición final cinco meses después, alcanzando ciento setenta y dos títulos y treinta y una series o colecciones.


A. P. C.- Has mencionado que las personas buscan asesoramiento para sentirse más seguros en relación con lo que sienten sobre los álbumes de no-ficción. Dado que, en su mayor parte, no somos expertos en los temas planteados por estos libros, ¿cómo sueles responder cuando te preguntan cómo elegir un libro y evaluar su contenido?

A. G. L.- Para escoger un libro es necesario aplicar un criterio que generalmente entraña varios aspectos. Por un lado hay que conocer a ese público infantil o adolescente que vamos a acompañar. Intuir cuáles son sus capacidades e inclinaciones y cuáles son nuestros objetivos docentes. Eso debería ser un punto de partida extraliterario. Después hemos de forjarnos un criterio acerca de los libros y cuál es su potencial en la formación estética y cultural de los lectores. Considero que mi tarea es orientar en este segundo conocimiento de los libros. Yo puedo aproximar lecturas a los mediadores y compartir con ellos mis reflexiones y el catálogo que manejo. Cada libro nos habla a cada uno de una manera distinta. Hay que conocerlos, eso es lo único que yo puedo recomendar: ¡conózcalos! A partir de ahí, cada uno debería saber qué puede y quiere hacer con ellos. Mis talleres se orientan a este descubrimiento del potencial que un libro de no-ficción posmoderno tiene en el marco de las pedagogías activas, la formación estética y la alfabetización informacional.


A. P. C.- Llamamos de muchas formas distintas a los libros de no-ficción: libro de conocimiento, de divulgación, documental, no-ficción, informativo, etc. Algunos términos parecen más apropiados que otros según el contenido y el formato del libro. En vista de las muchas dudas que pueden surgir, sería genial tener una fuente de organización para todos estos nombres, lo que nos ayudaría a comprender mejor y emplear cada uno de ellos. ¿Qué términos prefieres y por qué? 

A. G. L.- Cierto, es un tanto confuso utilizar distintos términos para una sola cosa porque al final no sabemos si hablamos de lo mismo. Quizá la denominación anglosajona «no-ficción» sea la más ambigua y por tanto la mejor. Cuando hablas de «libro informativo» o de «conocimientos» nos viene a la cabeza algo bastante semejante a un libro de texto, aunque seguramente más ameno, bello y entretenido. El apelativo «documental» pone su énfasis en la veracidad, en el hecho de que lo que vamos a leer es resultado de una observación o registro que puede comprobarse. Si hablamos de «libros de divulgación» parece que el foco está en acercar un conocimiento técnico o científico a público profano. Todas estas denominaciones se mueven dentro de un paradigma que pone a un lado la materia de conocimiento como un objeto elaborado y al otro al lector como su destinatario. Sin embargo, llevamos al menos tres décadas viendo cómo se abren paso propuestas que abordan la observación de lo que somos y cuanto nos rodea implicando enfoques más abiertos y participativos, más subjetivos y lúdicos, más artísticos e innovadores en sus formas y formatos. Este nuevo estilo expande los conceptos de libro, lector, lectura, conocimiento, información, realidad, etc. Tratamos, pues, de etiquetar algo que deliberadamente quiere librarse de las etiquetas. Conformémonos con el rótulo «no-ficción», incluso aunque en ocasiones la no-ficción se sirva de la ficción, lo cual despista un poco.



A. P. C.- ¿Corremos el riesgo de generalizar en exceso cuando usamos solo el término «no-ficción»? ¿Qué pasa cuando el libro-álbum de no-ficción usa la ficción como recurso poético? En relación con los libros llamados «híbridos», ¿a qué características nos referimos exactamente cuando usamos este calificativo? ¿Hasta qué punto puedes ayudarnos a entender cómo son estos libros?

A. G. L.- Esta separación entre ficción y no-ficción no se refiere tanto a una disyuntiva entre contenidos no veraces y contenidos veraces, como a la distinción entre los discursos ficcional y no-ficcional. Al final todo es una cuestión de pacto narrativo. Podría decirse que si el pacto narrativo de ficción nos invita a suspender la incredulidad, el pacto no-ficcional nos invita a identificar unos contenidos como veraces. Esto quiere decir que por más que el escritor (o el ilustrador) recurra a crear personajes, escenarios o sucesos inventados, el lector los reconocerá como un instrumento de ficción que le aproximan a unos contenidos de no-ficción o bien estimulan el ejercicio de sus habilidades instrumentales. En estos casos la relación entre ficción y no-ficción es de clara simbiosis, pero existe una jerarquía que sitúa a la ficción subordinada como recurso expresivo dentro de un discurso no-ficcional. Aunque, tratándose de obras inmersas en la transgresión posmoderna, a veces sea difícil discernir si la ficción se subordina a la no-ficción o es al revés.


A. P. C.- Insistiendo en este tema: ¿crees que es posible establecer una relación entre la creación de documentales fílmicos y la de libros informativos? Me parece que los estudios en esta área del cine pueden ayudarnos a comprender mejor los libros ilustrados de no-ficción. ¿Tiene esto sentido para ti? ¿Crees que es un buen camino de investigación?

A. G. L.- Entiendo lo que dices, pero es curioso comprobar que a grandes rasgos los giros estilísticos en los documentales para cine y televisión son en parte compartidos con los libros de no-ficción: énfasis en los enfoques de autor, apertura a temas inéditos, experimentación formal, transgresión de géneros, manejo de los recursos de ficción,… 


A. P. C.- ¿Qué caracteriza a los libros informativos contemporáneos? ¿Es posible hablar de una historia de los libros informativos? ¿Qué ha cambiado? ¿Existe un paralelismo entre la historia de los álbumes ilustrados en general y la de los libros informativos? 

A. G. L.- Cuando asomamos a los libros informativos de hace cincuenta años, o más aún, si nos remontamos a las enciclopedias infantiles de nuestros abuelos, apreciamos el paso del tiempo. Aquellos eran libros de una época muy distinta, con gran protagonismo de la palabra, una prosa muy formal, contenidos muy compartimentados, imágenes literales, meramente descriptivas, todo muy serio. El contraste con los que ahora circulan es espectacular. Sería bien interesante poder deducir de estas evoluciones una historia del libro informativo. ¿Alguien se anima? Si tenemos que hablar del presente diremos que actualmente conviven los estilos más tradicionales junto a los más experimentales. Ahora bien, los más innovadores son fruto de las corrientes de pensamiento y cultura posmodernas y, por tanto, ofrecen una gran pluralidad difícil de definir. Son libros que huyen de lo estándar en su género; libros que funden y trascienden disciplinas afirmando su propia «personalidad», marcando la diferencia con la búsqueda en Internet, pero asumiendo al mismo tiempo un modelo lector multimodal que también navega, indaga e interactúa con los contenidos; en forma y contenido son libros sofisticados que no eluden la complejidad del pensamiento del s. XXI. Quizá por eso sean tan retóricos y juguetones. En su discurso, asumen el peso de la imagen y exprimen al máximo todo el jugo expresivo del grafismo; implican los materiales y mecanismos de su propia encuadernación convirtiendo el propio libro en un medio de expresión y en una obra de arte.


A. P. C.- ¿Cómo podemos explicar el boom de los libros informativos en los últimos años? ¿Tiene algo que ver con el auge del libro de ficción? ¿Cuál es la relación, desde un punto de vista creativo, entre la producción de estos dos tipos de libros?

A. G. L.- Efectivamente, podría decirse que esta eclosión es consecuencia del «desembarco» del libro álbum en los discursos de no-ficción. Pero en este fenómeno hay más factores implicados. Tras la crisis de pensamiento del siglo pasado, las certezas, las disciplinas y los propios métodos de la ciencia son puestos en cuestión. El modo de abordar el conocimiento ha de enfrentarse a las grandes incertidumbres que se ciernen sobre una sociedad también en crisis. Por tanto, en respuesta a esta circunstancia nuestro tiempo genera obras que desarrollan el sentido crítico, el sentido lúdico, la flexibilidad y la creatividad, todas ellas habilidades imprescindibles para desenmascarar los discursos mentirosos, superar el ruido mediático y las viejas disyuntivas alienantes. Por tanto, en estos nuevos libros no se trata tanto de adquirir cultura como de motivar una lectura crítica presentando unos contenidos que inviten a la acción; se trata de ofrecer materiales que permitan el juego de distintos puntos de vista y una observación flexible de los fenómenos. Esto incluye algo muy importante: la atención a los formatos, métodos, discursos y retóricas que conforman los mensajes. Y dentro de esta toma de conciencia sobre el artificio entra de lleno el libro álbum como medio perfecto para canalizar esta alianza tan posmoderna entre los recursos de ficción y los contenidos de no-ficción.


A. P. C.- Teniendo en cuenta que los libros informativos generalmente son pensados para otorgar la máxima autonomía a los lectores, ¿su mediación de lectura debería ser diferente de la mediación de los álbumes en general?

A. G. L.- Hay muchas diferencias entre la mediación de las lecturas de ficción y las de no-ficción, pero también muchas semejanzas, máxime si tenemos en cuenta que algunos álbumes juegan a transgredir los géneros y se nos camuflan. Están los de ficción que parodian estilos de no-ficción y los de no-ficción que adoptan recursos de ficción. En estos casos sería bueno invitar a los propios lectores para que ellos mismos separen ficción de no-ficción. Por otro lado, las obras de no-ficción para los más pequeños a menudo son juegos de búsqueda que plantean descubrimientos, o como una invitación para imaginar, contar, razonar, componer, conectar esto y lo otro. En sí mismas encierran una actividad didáctica que fácilmente admite variantes y proyecciones más allá del libro. ¡Gran recurso para el mediador! De hecho, muchos de estos libros nos remiten al entorno, nos proponen experiencias para realizar, nos conectan con otras fuentes de información, o suscitan el diálogo, la indagación, la expresión artística, actuando en definitiva como una guía para la exploración del mundo. Si estos libros tienen algo de importante es el proyecto didáctico que conforman. La tarea principal del mediador, es, pues, descubrirlo y jugar con ello estimulando la transacción entre el lector y la lectura.


A. P. C.-¿Un buen proyecto didáctico es adecuado en el caso de los álbumes de no-ficción? ¿Hasta qué punto? Podría hablar un poco más sobre esto: ¿cómo puede la mediación enriquecer la experiencia de lectura sin caer en las trampas didácticas? ¿Existe una oposición entre el valor didáctico y el valor estético?

A. G. L.- Podemos distinguir entre valor didáctico y valor estético, pero no son valores opuestos, sino complementarios. Las mejores obras de no-ficción, en tanto que literatura didáctica, tienen tanto de belleza como de pedagogía y enseñanza. Como mediadores no podemos ignorar este hecho. Un libro de no-ficción sin valor estético hoy día no sale de la estantería. Debe integrar bien todos los recursos a su alcance para resultar una herramienta de enseñanza eficaz y al mismo tiempo una creación para disfrutar. Estos libros no se deben al «dictado» de unos contenidos, sino al acompañamiento en el aprendizaje. Por eso no se presentan como materia de estudio, ni meras obras de consulta, sino que más bien funcionan como invitaciones. Para ello diseñan sus estrategias. En general responden a un modelo lector activo, desafiando la curiosidad y la observación inteligente con preguntas, enigmas, juegos, manipulaciones, actividades, manualidades, experimentos y un sin fin de trucos didácticos para que el lector se lance al descubrimiento. El mediador debería ser capaz de descubrir, también él, qué clase de desafío didáctico encierra cada obra. En algunos casos, como son los actividarios o libros-juego, la propuesta es muy evidente. En otros casos, el libro presenta una pauta que podemos reproducir y ampliar más allá del libro, con variantes. Algunos libros parecen no presentar ninguna actividad ni juego, pero seguro que sus contenidos pueden desestructurarse, tomarse por partes, reordenarse y servir de múltiples formas para la indagación creativa.


A. P. C.- Para aquellos que quieran profundizar, ¿cómo indagar más sobre estética e imágenes en libros y álbumes de no ficción? ¿Y en cuanto a los contenidos de texto?

A. G. L.- Me temo que no hay mucha literatura sobre ello. Además de las lecturas antes mencionadas, recomiendo como introducción al género la descripción que recopila Ana Garralón en su obra Leer y saber. Los libros informativos para niños (2013). Pero para ilustradores que deseen profundizar en los recursos gráficos que ayudan a expresar procesos y conceptos en esquemas, escalas, comparativas y toda clase de explicaciones visuales recomiendo los cuatro libros de Edward R. Tufte (en inglés): The Visual Display of Quantitative Information / Envisioning Information / Visual Explanations / Beautiful Evidence (1983 - 2006). Para quienes busquen un curso online animo a entrar conmigo en « El gabinete de las maravillas » en el www.elsitiodelaspalabras.es. Para hablantes del portugués, recomendaría tu curso «Fantasia e informaçã (www.lugardeler.com), ¡y que sigan tu cuenta de Instagram «inventorios», naturalmente!


A. P. C.- En América Latina y Brasil, parece que todavía estamos despertando a las posibilidades creativas del libro-álbum de no-ficción. En términos de sofisticación y experimentación con el lenguaje, parece haber más buenos ejemplos de ficción que de no-ficción. ¿Cuáles son las razones de esto? ¿Conoces nuestra producción de libros informativos? Si es así, ¿cómo la evalúas?

A. G. L.- Buena parte de la actual producción de libros de no-ficción apuesta por ediciones esmeradas, encuadernaciones costosas y formatos formidables, persiguiendo lo último de lo último en acabados gráficos. Es un nicho de mercado un tanto novedoso y exclusivo, sin duda. Pero también es cierto que los mejores libros se apoyan en la calidad y la creatividad de sus contenidos, su prosa, el acierto de su enfoque, las oportunas imágenes, el humor, su propuesta didáctica, cuestiones todas ellas que no requieren una producción sofisticada, sino mucho arte e inteligencia. Por desgracia no conozco todavía las ediciones de Brasil. Por lo que he podido ver, en buena medida provienen de Europa. Sin embargo, quiero destacar la valentía en la producción propia en países como Portugal (Planeta Tangerina), Argentina (Ediciones Iamiqué), Chile (Ekaré Sur), México (Petra Ediciones). Pero todavía se precisa mucho trabajo de divulgación para dar a conocer la divulgación, tanto con mediadores como con editores y creadores. No se conoce suficientemente el inmenso campo que estos libros abren para la LIJ.


Publicado originalmente en www.lugardeler.com, 3 de junio, 2020


* "De la A a la Z: Los nuevos fundamentos del libro divulgativo"Conferencia impartida junto a Sergio Lairla en la Feria del Libro de Salamanca, mayo 2015.

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