Literatura empaquetada



« […] tropezamos con conceptos y tradiciones que nos ha entregado la literatura empaquetada y valorada por sus contenidos, sus mensajes, lo que el autor quiso decir, en fin, por una serie de criterios que resultan del todo ajenos a la esencia misma de lo literario. » 
Beatriz Helena Robledo (2017), El mediador de lectura. La formación del lector integral, Santiago de Chile, Organización Internacional para el libro infantil y juvenil IBBY, p. 27

Cuando las editoriales de libro-álbum, incluso nosotros los autores, ofertamos junto a cada uno de nuestros títulos « actividades entorno al libro » no puedo evitar sentirme como ese fabricante de robots de cocina que adjunta el libro de recetas con su producto. Quizá suene algo exagerado, pero el paralelismo existe.
Y es que ante las grandes carencias que sufre la mediación lectora, al parecer, los profesionales desarrollamos grandes vicios. Por ejemplo, está el de las adaptaciones del libro-álbum al mundo del espectáculo como actividad de animación lectora. Me pregunto si los narradores orales, ahora promotores de lectura, tienen en cuenta los derechos de autor de las obras que representan.
Pero centrémonos. Volvamos al robot de cocina y su libro de recetas. « Actividades entorno al libro »: ¿de verdad las necesitamos? Sin duda, supongo. Cuando las ofrecemos es porque hay demanda. Por tanto, detengámonos tan siquiera un poco sobre ello. 
El álbum de ficción en España, es un producto editorial de venta difícil. En parte puede deberse a la falta de conexión de sus registros experimentales con el público general y también a su vinculación con el entretenimiento y su tradicional ausencia en los circuitos escolares. Sin embargo, resaltar su valor educativo ha entrado ahora en los planes de promoción editorial. Para ello, se está optando por acompañar la presentación del álbum con propuestas didácticas. Estas brotan del libro con mayor o menor acierto, pero todas se basan en la instrumentalización didáctica de una lectura cuya dimensión estética quedará postergada. En su lugar, se resaltará el tema, motivos y conductas presentes en argumentos y personajes suscitando la reflexión, el debate y las cuestiones para investigar y ampliar nuestra cultura y habilidades instrumentales. 
Con los más pequeños, más o menos lo mismo, pero a su nivel: el libro será fuente de propuestas lúdicas o artísticas, juegos, manualidades y experimentos de lo más variado, todas ellas actividades entretenidas, creativas y educativas. Seguramente los docentes encuentren en el libro-álbum así planteado una herramienta altamente motivadora en la que apoyar sus pedagogías. Pero no nos engañemos, el uso extraliterario del libro-álbum de ficción en todos los casos tiende a eclipsar el libro. 
¿Tan poca confianza tenemos en la literatura que editamos? ¿Hace falta gritar que UN LIBRO-ÁLBUM ES UNA EXPERIENCIA EN SÍ MISMA? ¿Acaso el álbum es una patata caliente?
Por la complejidad de su dimensión simbólica y afectiva, a la vez demasiado íntima y demasiado inabarcable, un álbum de ficción no puede « trabajarse » del mismo modo que trabajaríamos un texto documental o educativo, es decir, extrayendo información o patrones que aplicaremos en un aprendizaje instrumental. Trabajarlo así sería mutilarlo, pervertirlo, convertirlo en objeto ignorando el hecho de que, en literatura, tanto texto como lector, ambos son parte activa y performativa. 

Si caemos en ciertos vicios es porque todavía no hemos alcanzado a comprender que la formación estética debe tener protagonismo en la animación lectora; que la espontaneidad y el intercambio libre de experiencias lectoras únicas es fundamental. Si esto nos parece extraño o inalcanzable, ¿de dónde vienen las resistencias? Analicemos nuestras limitaciones y consideremos la idea de que procurar el encuentro con la literatura y el arte es el objetivo más elevado posible en la mediación lectora. Si no sabemos por dónde empezar, empecemos por indagar.

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