El cómic es un medio de expresión narrativo que nos interesa (II)



¡Mire usted qué casualidad! Según el especialista Seymour Chatman (1980, 1990), el estudio de la narrativa es hoy tan popular que los franceses la han honrado con el término narratologie (narratología) (Chatman, 1980:121). La narrativa, ya lo sabe usted de sobra, estudia la organización de un texto y cómo se articulan sus elementos; pero la narratología investiga, además, qué tienen en común los textos narrativos y qué los diferencia de otros textos que no lo son. De manera que aunque los distinga la forma en la que se materializan, es decir, aunque se trate de una novela, una obra de teatro, una película o una historieta, querido mío, la obra narrativa posee siempre una estructura espacio-temporal a partir de la cual se organiza la historia. Ese tiempo narrativo al que nos referimos es un elemento estructural imprescindible, que proporciona soporte a la historia y que es común en todas sus realizaciones.

El tiempo -¡Oh, el tiempo!- es el único elemento intratextual que existe en el espacio de la historia (lo que se cuenta) y en el del discurso (cómo se cuenta la historia); el tiempo conecta a su paso ambos espacios: forma y contenido. Como señala Chatman (1980), aunque el concepto de tiempo esté presente en todos los textos, es decir, aunque suponga un periodo de tiempo leer un ensayo, una sentencia o un sermón, la estructura interna de los textos no-narrativos no es temporal sino lógica, de modo que el orden temporal de su discurso es irrelevante. Sin embargo, el desarrollo del elemento temporal de historia y discurso es principal en los textos narrativos. Ya que una historia siempre consta de un principio y de una final, el desarrollo de su argumento está comprendido sobre una estructura hecha de tiempo. Un historia puede durar un día o una vida entera; por lo que cualquier texto narrativo es transferible a otro, precisamente, por contener esta estructura temporal que le permite comunicarse (Chatman, 1980)

Para poder disfrutar de la lectura de una obra narrativa, se requieren estos tres agentes (un emisor o autor del texto, un mensaje, que es la historia, y un receptor del mismo);¡Ay, pero para poder disfrutar de su lectura! se necesita además que la obra posea ciertos niveles de calidad y la elección de un código: una manifestación física, una sustancia de expresión, que pudiera ser, finalmente, una novela, una película, un ballet, una pantomima o, como aquí se muestra, un cómic. De modo que, aunque las diferencie la forma en la que se manifiestan y el medio que empleen para comunicarse, todas las obras narrativas poseen algo en común: una estructura espacio-temporal a partir de la cual se construye y ordena su historia. En este contexto, se entiende que el tiempo en la narrativa es un elemento estructural imprescindible, que proporciona organización a lo que se cuenta y que comparten todas sus realizaciones.

Como un diccionario común no define tiempo narrativo, me atrevo a enunciar que el tiempo narrativo es la duración de las cosas sujetas a mudanza dentro de un texto narrativo; tiempo, como magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos de la historia, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Tiempo, como una secuencia larga o corta, es la época durante la cual un personaje vive el suceso que se cuenta o sucede algo que se cuenta. El tiempo narrativo ordena los acontecimientos de la historia y le proporciona un ritmo y una estructura. Salvador Dalí, lector de mis amores, decía que el tiempo es una de las pocas cosas que nos quedan.

Una vez aquí, me armo de valor y le cuento que la obra narrativa se compone en un texto. En el caso del cómic, el texto está formado por palabras e imágenes -a veces sólo imágenes-, que ordenadas en una secuencia temporal, cuentan la historia. Si le parece, a partir de ahora mismo, llamaremos texto al todo de una obra narrativa sea cual sea su composición. Que sea ésa nuestra convención. He dicho.

Digamos entonces que ese texto narrativo dispone de dos elementos fundamentales: la historia, que es lo que se cuenta y el discurso, que es cómo se cuenta la historia. La historia y el discurso se desarrollan en tiempo narrativo, aunque estos tiempos no siempre coinciden. Por un lado, el tiempo de la historia, que es la duración de la historia que se cuenta; y por el otro, el tiempo del discurso que es el orden, la frecuencia y la velocidad temporal de la historia en el cómo se cuenta. Esto significa que una historia puede durar, por ejemplo, un día entero, puede comenzar al amanecer y terminar al anochecer. Sin embargo, el orden en que el autor decide contarla puede diferir para que ésta sea más efectiva, experimental o hermosa. De este modo, si lo desea, el autor puede empezar a contar la historia por el final, por el medio, haciendo pausas, acelerando partes, omitiendo información; se puede contar la historia en presente, en pasado, en futuro…

Ahora que sabe que todos los textos narrativos se ordenan en base a una estructura temporal, quisiera destacar que en el propio desarrollo de cada uno de ellos existen, a nivel formal, diferencias notables a la hora de expresar el paso del tiempo. Cada uno de los textos narrativos se sirve de sus propios recursos. Así que, del mismo modo que el cine utiliza el fotograma, el teatro lo hace con la escena o el acto y el libro álbum con la ilustración en la página, el cómic lo expresa mediante la yuxtaposición de viñetas.


Chatman, S. (1980) What Novels Can Do That Films Can't (And Vice Versa). On Narrative. The University of Chicago Press Stable. 


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