Ficción e intimidad


Modernidad y tecnología van cogidas de la mano. Entre los cambios que ha supuesto la época postindustrial en nuestra sociedad se encuentra la mediatización de las relaciones y de la cultura (Thompson, 1998). De unas interacciones principalmente cara a cara se ha pasado a una desviación del instante de comunicación, que a menudo es ahora diferida en espacio y tiempo.

Por supuesto, el libro o la televisión ya supusieron una comunicación de este tipo, pero desde la generalización de los ordenadores los tipos de relaciones humanas han sufrido ciertos cambios, se han expandido en espacio y tiempo, se han dilatado a nuevos lugares y han adquirido nuevas funciones. Uno de los rasgos que merece la pena atender en esta época de la comunicación omnipresente -y que, de hecho, preocupan a la sociedad- es el fenómeno de la esfera pública y la privacidad.

Thompson (1998: 102) trae a colación la aparición de la esfera pública  a partir del pensamiento de Habermas. El autor explica en su ensayo cómo lo público y lo privado han adoptado nuevas reglas con el desarrollo de los medios de comunicación. La visibilidad de unos pocos –propia de la época preindustrial- se ha convertido hoy en una visibilidad de la mayoría. Hasta el punto, dice Thompson, de que esa visibilidad puede convertirse en fragilidad debido a la pérdida de control de la información por el emisor una vez que la deposita en esa esfera pública.

El debate sobre los más jóvenes y los ‘peligros’ de internet es, tal vez, uno de los temas más recurrentes de la actualidad cotidiana. Se piensa de manera generalizada que los pequeños no son conscientes del peligro potencial que supone el mundo virtual. Hace poco leía estas palabras de alguien que se relaciona con la infancia en su día a día: “la privacidad tal y como nosotros la conocemos es prehistoria para los niños”.

Resulta que el concepto de privacidad, ese espacio personal que consideramos hoy un derecho inamovible y una garantía de seguridad, no es fijo. Resulta que el concepto se ha modificado con las nuevas realidades, ha desplazado su significado de una época a otra, y ahora resulta que incluso dentro de la misma época no significa lo mismo para unos que para otros.

Algunas obras juveniles de hoy evidencian esta falla que se ha creado entre nuestra visión del espacio íntimo y la que tienen nuestros pequeños. Pero las aproximaciones de unos y otros son bien diferentes. Una de las corrientes más extendidas es aquella que alerta a los jóvenes de los riesgos del uso de las tecnologías, con mayor o menor intención aleccionadora. De estos hay decenas.

Algunos libros van un poco más allá del tratamiento del tema, aprovechando, por ejemplo, la ambigüedad entre realidad y ficción que permite la red. En Pomelo y limón, el personaje protagonista es una bloguera que expone sus inquietudes más personales a quien quiera leerlas… en un blog “real”.

Pero también hay obras que abordan el tema a través de una experiencia estilística diferenciada. Hay obras que coquetean con la exposición de los espacios íntimos, que cuestionan los límites del espacio público y el privado. Puede ser, por ejemplo, a partir de un supuesto escándalo que se hace público en la prensa. La publicación en los medios de los problemas personales de una adolescente puede servir como excusa para entrar de lleno en su vida privada, en una especie de experiencia de voyeurismo por parte del lector.

Esta intromisión en el espacio íntimo del personaje no tiene por qué hacerse a través de la palabra, como ha ocurrido siempre en la literatura, sino que puede ser aún más acusada si se presenta visualmente. El lector puede formar directamente parte de espacios personales, el lector puede ver a través de los ojos del personaje u oír a través de los oídos del personaje aquello que solo el personaje puede ver u oír.

Hay libros que, además, refuerzan esa sensación de voyeurismo y de realismo mostrando esas escenas o espacios a través de una técnica que culturalmente asociamos con el reporte documental como es la fotografía.

Entonces el lector puede entrar de lleno en los recuerdos de familia de los personajes:


O ver el contenido de sus maletas:


Incluso escuchar cada canción del disco que sus parejas les han grabado, espiar sus pensamientos más íntimos o sus conversaciones de chat:



*Todas las imágenes pertenecen a la aplicación:
Anthony, J. y Corral, R. (2011). Chopsticks. Nueva York: Penguin Group




Es ese punto de vista privilegiado que se ofrece al lector lo que permite que, al final de la historia, este comprenda por qué los personajes actúan como actúan, mientras que el gran público y los demás personajes que los rodean permanecen atónitos en su ignorancia.


BIBLIOGRAFÍA

Anthony, J. y Corral, R. (2011). Chopsticks. Nueva York: Penguin Group
Oro, B. (2011). Pomelo y limón. Madrid: Ediciones SM
Thompson J.B. (1998), Los media y la modernidad. Una teoría de los medios de comunicación. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A.




Comentarios

  1. Tiendo a pensar, quizás ingenuamente, que la telefonía e internet facilitan las comunicaciones y extienden su alcance, pero no modifican substancialmente los fenómenos de comunicación. Siempre existieron las autobiografías, las publicaciones epistolares y los diarios. Hoy día cualquiera puede contar y editar lo que quiera. Podemos lanzar al mundo entero lo que nos pasa y lo que les pasa a otros. Podemos adoptar falsas identidades o dejarnos llevar, simplemente, por lo que queremos creer de nosotros mismos.
    Mas allá de impactos cuantitativos de difusión, me pregunto cuál es la cuestión principal en medio de todo esto. ¿La credibilidad de los medios virtuales? ¿Qué tipo de «pacto» establece la virtualidad con sus lectores? ¿Qué función representa como canal desde la teoría de la comunicación? No sé, son preguntas demasiado ambiciosas, seguramente.

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  2. La virtualidad es un espacio repleto de opciones curiosas. Creo que la construcción de historias y "libros" con aportes virtuales puede generar un puente de comunicación más estrecho con una sociedad cada vez más mediatizada. El bombardeo visual usado en favor de la literatura, acerca más de lo que espanta al joven. Sin embargo, también creo que lo virtual es solo una herramienta más. Comparto con Ana aquello del impacto cuantitativo de la difusión de obras con este talante. Pues si bien es cierto que, en el caso de novelas como "Pomelo y Limón" al igual que "El silencio se mueve", editadas ambas por SM en España, se presenta una vinculación estrecha con los medios digitales; ambas novelas, se pueden leer sin el juego interactivo; por lo que la intimidad que se revela en este otro espacio virtual, termina siendo un adorno prescindible.

    Las nuevas tecnologías en los teléfonos celulares de última generación, el tablet o el ipad permiten una complicidad distinta en los pactos de lectura. El medio virtual está condenado: siempre estará bajo sospecha, precisamente por su amplia independencia. Las redes sociales dan independencia pero también regalan una máscara. Los medios virtuales pueden convertirse en espacios anónimos para mostrar lo que socialmente un joven no mostraría. El juego que se plantea, por ejemplo, el autor de "Chopsticks", la novela que usan de ejemplo en esta entrada del blog, es construido desde la inclusión absoluta de un espacio físico. Uno, como lector, no solo se involucra, sino que es dueño y hasta un acosador de una historia que no le pertenece. Cruza acá el límite de la independencia, aborda la privacidad como una nueva herramienta en la lectura, le da al joven algunas licencias sociales para adueñarse en absoluto de la realidad más íntima de esos personajes. Es más que la televisión, que una película, que un libro, hace el lector se apropie de esta historia como un ser omnipresente. Sin embargo, ¿hasta qué punto descubrir fotos, canciones, un espacio, objetos personales, nos dan reales pistas de la personalidad de alguien o de una historia?, ¿qué tanto otorga estas pistas al espacio recreado?... ¿O acaso es mucho más certero conocer a un personaje a través de su reflexión íntima sobre la realidad?. Acá pondría como ejemplo "Palabras envenenadas" de Maite Carranza, novela reciente, exitosa entre los jóvenes, con un mayor alcance pero sin relaciones con el mundo virtual, que profundiza en la intimidad de cuatro personajes a partir de una construcción narrativa clásica. Es quizás la virtualidad solo un coqueteo con nuevas formas de contar, ¿hay quizás libros físicos más lúdicos que la virtualidad? Igual que Ana, son muchas preguntas.

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  3. Freddy, Ana, un placer comentar con vosotros.

    Ana, lo que preguntas es bien atractivo y me hace pensar que hay que indagar más en la teoría de la comunicación para dar respuestas precisas. De todas formas, el libro de Thompson que cito da bastantes pistas. Pienso que además de cuantitativamente la comunicación también ha cambiado cualitativamente. Sin ir más lejos, los comentarios de este blog que dirijo a ti también van a un público abstracto. Ya solo el desvío de receptores implícitos es un cambio. Y no dudo que eso acabe afectando al mensaje.

    Freddy: Pienso que es el buen / mal / fructífero / oportunista uso de la tecnología lo que hace que esta tienda puentes o no hacia los más jóvenes. Desde luego es una herramienta y no un fin. Al igual que las palabras o el dibujo o el sonido o el movimiento, es un medio de expresión que puede usarse de manera mediocre o brillante, dependiendo del caso.

    "Palabras envenenadas" es un gran ejemplo de acceso a la psicología del personaje a través de las palabras. Chopsticks no pretende tal acercamiento, pues a través de imágenes tampoco lo conseguiría (¿o tal vez sí lo haría en manos de la persona adecuada?).
    Lo que quiero decir es que cada forma de expresión tiene sus fortalezas y debilidades y está en manos del autor moldearlas para que las primeras suplan los defectos de las segundas, o para sacar provecho de las debilidades del medio. Es el autor quien elige entre un modo de contar y otro, y depende de la historia creada, del enfoque escogido y de su maestría que la obra sea un éxito expresivo o no.

    Como bien dices, hay libros de papel más lúdicos que obras virtuales, incluso más lúdicos que los propios juegos. No se nos ocurre decir que el libro es mejor que el cine o viceversa. Y cuando nos aventuramos a afirmar que "tal historia" es ideal para uno de los medios, de pronto llega un director talentoso o un escritor talentoso que hace de la misma historia una versión magistral en otro soporte... y se volteó el argumento.

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