Cuatro esquinitas

© Peter Sís. Le Mur. Grasset, 2007*

Cuatro esquinitas
tiene mi cama, 
cuatro angelitos
me la acompañan.

¿Que son cuatro versitos de nada? Música hecha de palabras, coplas, cuartetas, voz anónima que salta por los cuatro versos para cantar los decires del pueblo.


© Peter Sís. Le Mur. Grasset, 2007*

Santa Lucía,
pasa por aquí,
quítame esta arenilla
que tengo aquí.

Oraciones infantiles, sintaxis de cuatro partes, para conjurar protección, para preservar la vida, la salud, la integridad. 

Virgencita criolla,
Virgen de Luján,
que a los niños pobres
no les falte el pan.

Cantares, seguidillas, nanas, chanzas, juegos y adivinanzas, la fórmula del cuatro es perfecta para el recuerdo popular.

Lana sube
lana baja
los ladrones
no trabajan.



© Peter Sís. Le Mur. Grasset, 2007*

Una dola tela catola, Pico pico mandorico, Chibricú, chibricá, chibricuri, curi, fá. Fórmulas de echar a suertes, ritmo puro, palabras que no lo son, enajenadas de todo sentido, entregadas por completo al pulso cuaternario; pulso que tiene su origen en el desdoble de lo binario, el desdoble de la polaridad primigenia: 2 + 2 = 4. Pero también: 2 x 2 = 4.

Si nos trasladamos al escenario de la geometría, el desdoble de lo binario es una tétrada. Cuatro vértices posibilitan la aparición de espacio tridimensional. Los cuatro lados triangulares de un tetraedro encierran la forma volumétrica más sencilla y al mismo tiempo la más eficaz  –mayor resistencia ocupando el menor espacio. Justo al contrario sucede con la esfera, forma básica que abarca el mayor espacio con la menor superficie. 


Siguiendo las reflexiones geométricas, esta vez en dos dimensiones, un plano cuadrangular es un espacio limitado por cuatro lados que riman dos a dos (como en una copla). Las formas cuadrangulares permiten operar dentro de una doble simetría (arriba-abajo/izquierda-derecha). Esta cualidad hace posible el desarrollo de complejos trazados mediante ejes horizontales, verticales y oblicuos. La descomposición armónica irá dando lugar a un orden dentro del plano, figuras y composiciones regulares de las que el ser humano se ha servido desde siempre para representar el orden perfecto de la naturaleza y del  sí-mismo formando parte de ella. Un ejemplo bien conocido son los mandalas.

[El mandala] Constituye un símbolo de conjunción, es decir, un símbolo que representa “los sistemas parciales de la psique integrados en el sí-mismo, en un plano superior, trascendente, o, con otras palabras, la unificación de los diferentes pares de contrarios en una síntesis superior”. C.G. Jung, 1963, p. 221 (citando a M. Elíade)





© Peter Sís. Le Mur. Grasset, 2007*


La idea clave tras cualquiera de los significados atribuibles al cuatro es la de orden estable. La figura cuadrada es antidinámica por oposición a lo circular, a lo cíclico y fluido. Es la figura básica del espacio, de lo vital, del pensamiento lógico; mientras que el círculo, y sobre todo la espiral, representan la idea del tiempo, de la eternidad (Chevalier, 2003, p. 371).

El cuaternario es para Jung el fundamento arquetípico de la psique humana. Para los presocráticos todo cuanto existe está formado por los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Toda localización depende de los cuatro puntos cardinales. Cuatro estaciones tiene el año, y cuatro fases cada ciclo lunar. Ante la autoridad militar hay que cuadrarse, y a la hora de «hacer caja» las cuentas deberán también cuadrar. 

El plano cuadrangular es un marco de referencia imprescindible para la orientación espacial. La representación de nuestro campo visual se da siempre en esta forma, «encuadrada», más o menos panorámica o vertical. Cuatro esquinas limitando un plano, formato de página o de doble página, espacio de ficción presidido también por el ritmo de lo binario y su duplicación.


¿Cuántas veces habremos jugado al juego de las cuatro esquinas sin pensar por qué las páginas de los libros son cuadradas?

Y también: ¿por qué y en qué momento un día los libros dejaron de ser papiros enrollados y adoptaron su forma de códice?

Ana G. Lartitegui

* La versión en castellano de la obra citada de Peter Sís: El muro. Norma Editorial, 2009


Bibliografía consultada: 

C.G. Jung , 1963. Símbolos de transformación. Paidós, Barcelona.
Carmen Bravo-Villasante, 1976. El libro del folklore infantil. Editorial Miñón, Valladolid.
Jean Chevalier, Alain Gheerbrant, 2003. Diccionario de los símbolos. Herder, Barcelona.

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