HEMOS ABANDONADO LA SANGRE


(Lo más intrincado del bosque II)

-¿Cómo es Blancanieves? -preguntamos a un grupo de escolares. Dedos que señalan, voces que responden:
-Es la princesa del vestido amarillo.

Con esas palabras están renunciando a su derecho sobre la tierra del Héroe, porque ¿quién puede fundar su coraje, su estirpe, sobre una identidad tan fútil? ¿Cambiar los siete mares y la serpiente de siete cabezas por la fama y el ropaje de moda?

Blancanieves es  blanca, como la nieve que caía tras el ventanal donde su madre cosía; Con el pelo negro, como el ébano del marco donde se apoyaba; Con los labios rojos como la sangre que brotó de su dedo al pincharse, mientras deseaba que una nueva vida surgiese de sus entrañas.
Blancanieves. Su descripción es la respuesta necesaria al deseo de todas las madres: un hijo que sea lo blanco y lo negro, el ying y el yang; un universo vivo, sangre de nuestra sangre.

Sin sangre no hay cuento; Pero la narrativa oral ha sufrido una serie de lavados y perfumados para hacerla ligera y políticamente correcta. Esos tratamientos se han llevado sus señas de identidad, el alimento esencial de su composición.
Con la sangre han desaparecido también el triunfo del hermano pequeño, las tres pruebas mortales, las ancianas sabias y poderosas que ofrecen sus dones a cambio de duros sacrificios. ¿Qué fuerza podemos aprender de unos relatos que no exigen nada a cambio de su final feliz, que lo otorgan casi de balde al bello, al fuerte y poderoso, tras una breve espera disfrazada de tribulación?
Las verdaderas historias se rigen por pactos muy diferentes.

¿Habéis olvidado, igual que los escolares, cómo es nuestra heroína?
Sentaos a mi vera: Que mi voz os recuerde lo que hemos heredado a través de los milenios.
Hubo una vez tres hermanos. El mayor era fuerte, el segundo era hermoso. El menor era el tonto, el mudo, pequeño como un pulgar. Nunca lograría pasar el casting para una película y Disney lo expulsó del paraíso.
Lo mismo hicieron sus padres: entregaron al mayor las mejores armas, al mediano un brioso corcel. Cuando el menor quiso partir apenas recibió un pedazo de pan duro y las burlas de todos. No de "los malos", de "los necios", de cualquier grupo entrecomillado del que sea fácil prescindir. Hemos dicho "de todos".
Los tres llegaron a una encrucijada y hallaron en ella a una vieja. No lleva puesto el cartel de "Hada". No viste de rosa. Su varita, si la tiene, es una rama torcida. Los dos mayores la llamarán bruja más tarde, cuando desprecien sus consejos y las riquezas que portan se conviertan en veneno y podredumbre.
El pequeño fue el único que se acercó a la mendiga. Compartió los harapos, el mendrugo. Escuchó. Sobre todo, escuchó. La palabra es el mayor poder del anciano, porque en ella se deposita el duro aprendizaje de las generaciones; Y sólo puede transmitirse a los oídos que no creen saberlo todo. Puede ser incluso una maldición, porque los errores del pasado también se heredan: La Bella Durmiente aguardó cien años a pesar de su inocencia y muchos murieron cruelmente tratando de liberarla.
El tiempo, como la sangre, no se puede abandonar: vivieron felices para siempre no tiene sentido sin pasar primero por el Castillo de Irás y No Volverás o, incluso,  por el Reino de la Muerte.

Hemos abandonado la sangre. La hemos llamado violencia, como si no impulsara todos nuestros actos, los de amor como los de guerra; La hemos llamado herida y no la miramos, ignorando así la fórmula más antigua que ha descubierto la humanidad para su propia reparación.

Beatriz Sanjuán

Comentarios

  1. Gracias, muy bueno el artículo, a mi es un tema que me preocupa mucho, que no se conozcan los cuentos clásicos, solo los paratextos ... que en el colectivo se tenga solo la imagen Disney. Hace como una año una amiga en un espectáculo de Stund up hizo un chiste referido a Rapunzel y nadie en el local lo entendió.

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    1. Rapunzel es una heroína en toda regla, auténtica merecedora del final feliz. Un cuento repleto de pasiones muy humanas que desencadenan sufrimientos desmedidos. ¿Cómo explicar que la maternidad y sus emociones encontradas, el afán de proporcionar algo a tu pareja, el ansia de no estar solo, el deseo de un igual que complete tu mundo, son tan inevitables como la enfermedad, la pérdida, la dura crianza o la muerte? Sólo un cuento tradicional puede tejer sin sospecha una respuesta

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  2. Comparto la misma inquietud. Ayer escribí esta reseña de un cuento cuya edición me parece muy recomendable.

    http://analuisa-elhilorojo.blogspot.com.es/2012/12/que-lindo-pajaro-soy.html

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    1. Qué interesante tu voz que se une a nuestro círculo. A menudo pido a la gente que evoque su cuento, las palabras escondidas que atravesaron su infancia. He encontrado varias que recuperan canciones como las que citas en "Del enebro" y "La flor del Lililá". Aunque no recuerden el relato, la canción pervive como una revelación, más impregnada del amor de quien la cantaba que de angustias y temores supuestamente evocados.

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  3. Gracias, es un texto revelador que muy pocas personas pueden transmitir. Personas como Beatriz, con gran sensibilidad y conocimiento, nos abren los ojos ante la inercia y la sociedad que hemos creado entre todos. Lo que han dicho esos niños es el reflejo de lo que se está haciendo, menos mal que hay personas como Beatriz que se encargan de cambiarlo de la manera más bonita del mundo. Te queremos. Rocío.

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  4. Recientemente he leído Cenicienta en la voz de Philip Pullman. El autor escoge un final de una de las múltiples versiones existentes en las que unos pájaros les arrancan los ojos a las hermanastras. Una imagen tan breve como potente que refuerza la expresividad de la historia y redondea el cuento. La historia casi pide según avanza que esto ocurra, con las miguitas de maldad que van dejando estos personajes de las hermanastras en su trato a la protagonista. La narración adquiere más sentido y se hace más inolvidable. Y, después de todo, sigue siendo ficción. Comparto tu punto de vista, Beatriz.

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    1. Aprovecho tu comentario para dirigir las lecturas de todos hacia quienes verdaderamente son la fuente de mis últimas entradas: los recopiladores de la tradición popular. Como hace no tanto sucedió en una entrada de tu blog, a veces prescindimos de los ejemplos más importantes por creerlos de sobra conocidos e incluso obvios. Que no sea así. Leed y releed a Antonio Rodríguez Almodóvar y sus "Cuentos al amor de la lumbre", reeditados muy recientemente y siempre imprescindibles (ah, y de acceso gratuito en casi todas las bibliotecas públicas). Un abrazo, Celia, y seguimos explorando

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