“Tout ceci doit être considéré comme dit par un personnage de roman”



Con esta frase inicia Roland Barthes el epitafio de su autobiografía Roland Barthes por Roland Barthes, en la que el teórico francés se interroga sobre algunos temas que le interesan como la lectura, la cultura, la sociedad o las modas. En dicha obra, el autor reflexiona, paradójicamente, sobre la imposibilidad de autobiografiarse y asegura que no existe biografía “más que la de la vida improductiva”. Barthes cree que cuando escribe sobre sí mismo, “el texto se lleva su cuerpo lejos de su persona imaginaria, hacia una suerte de lengua sin memoria” (Barth, 1978:21).

Un Mundo Feliz de Olalla Hernández y Cristina Pérez Navarro.-

El filósofo advierte a los lectores sobre la tímida frontera que separa realidad y ficción cuando es uno mismo quien trata de poner sus experiencias por escrito. En ese espacio complejo –fuera y dentro del texto, del discurso y de la historia– donde intervienen autor real, autor implícito, narrador y personaje, la autobiografía va pasando de boca en boca mientras se impregna de la experiencia de cada uno de los miembros de la narración, ya sea ésta real o imaginada. 

Un Mundo Feliz de Olalla Hernández y Cristina Pérez Navarro.-



La escritura autobiográfica goza en la actualidad, y sobre todo en el marco de la historieta, de un momento de auge que ha impulsado la creación de buenas obras que crecen en extensión y diversidad temática a pasos agigantados.La clave, en mi opinión, de que estas historias despierten el interés de quien lee está en la consecuencia del pacto autobiográfico que sellan autor y lector. En palabras del estudioso francés Philippe Lejeune, quien ha investigado sobre el tema durante toda su carrera, el pacto autobiográfico es

la promesa de decir la verdad sobre sí mismo, tal como uno mismo la ve. Su verdad. Esto provoca en el lector actitudes de recepción específicas, que yo diría “conectadas”, como en la vida cuando alguien nos cuenta su existencia. Nos preguntamos si, en realidad, la persona dice la verdad o no, si se equivoca sobre sí mismo... Nos preguntamos si nos gusta. Lo comparamos con nuestra propia vida. El pacto de ficción, en cambio, nos deja mucho más libres, estamos “desconectados”, no tiene sentido preguntarnos si es verdadero o no, nuestra atención no está ya focalizada en el autor, sino sobre el texto y la historia de la que podemos alimentar, más libremente, nuestro imaginario. (Lejeune, 2003)

Servidora.-



Comentarios

  1. En esta cita de Philippe Lejeune creo que hay algo que falta. El pacto autobiográfico forzosamente sería «la verdad sobre uno mismo, tal y como uno mismo la ve y quiere que los demás la lean o la conozcan» es decir, en tanto que hablamos de pacto narrativo, no debería o pasarse por alto que existe un lector implícito y que esto determina una orientación en los hechos narrados tanto como en el discurso.

    Estas aguas, fluyen desde las alturas de la ontología del ser ficcional. El tema es súper. Enhorabuena.

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  2. El texto concebido como confesión íntima necesita de un oyente para
    completar el desahogo definitivo. Dado que, tanto la autobiografía como el acto
    sagrado de confesión, se mueven en el ámbito de lo íntimo, ambos requieren
    de la participación de un interlocutor que escucha, consuela, castiga o perdona.
    Alguien que ayuda en el proceso de reconciliación. Entonces, el propio trabajo
    de creación se transforma en un ritual donde la sola enunciación redime
    al autor, “lo libera y le promete salvación”(Foucault, 1977:65).

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  3. ¡Ajá! Ésa es la cuestión. Bellas palabras Olalla.

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