Mirada a un arte actual: Color Engineering de Yuichi Yokoyama



Olalla Hernández Ranz



En vano se aplicó por de pronto mucha agudeza
para decidir si la fotografía
es un arte (sin plantearse la cuestión previa
sobre si la invención de la primera no modificaba
por entero el carácter del segundo
(Benjamin, 1989:8).




John Berger dedica un capítulo de su libro Mirar (Gustavo Gili, 2001: 35) al Traje y la fotografía. En él rescata el proyecto del fotógrafo alemán August Sander de retratar en Colonia, región donde él vivía, a unas 600 personas. Sander quería encontrar en la gente arquetipos que representaran todas las clases sociales. El fotógrafo no pudo completar su obra pero sí realizó muchas de esas fotografías. Lo curioso y común a todas ellas es que las miradas de sus protagonistas eran idénticas“¿Qué les decía August Sander a sus retratados antes de fotografiarlos? ¿Y cómo se lo decía para que todos le creyeran por igual?” Se pregunta Berger.
La obra que Sanders denominó El hombre del siglo XX no sólo representa al arquetipo, no sólo nos habla de los usos y costumbres de una comunidad en una época concreta. Su obra construye la mirada del que mira. Como apunta Fernando R. de la Flor en su estudio sobre la imagen Girovisual a propósito de una cita de Ana María Guasch:
Cada obra contribuye a estructurar el entorno cultural y social en que está localizada. Y eso es lo importante de ella. La imagen, en efecto, toda imagen, no representa en realidad, sino que más bien construye y en todo caso modela, una perspectiva sobre el espacio social y en virtud de ello le presta su existencia y su determinada cohesión (de la Flor, 2009:76).
Yuichi Yokoyama, Color Engineering, 2010, acrílico sobre lienzo, 20 x 28.
Las producciones culturales relativas a la imagen son hoy prolíficas y de muy diversa índole. La actual pintura mural o graffiti, las nuevas formas teatrales, la performance, el lenguaje o la narración gráfica que proponen cómic y libro álbum, la animación o el viejo cine experimental -las artes plásticas no canónicas- inundan las ciudades, rodean al ciudadano y le obligan a mirar de forma autodidacta. El abanico de imágenes producido por nuestra cultura es amplio y hermoso; su propio desarrollo e interacción con la sociedad de la que surge le proporciona un valor esencial como obra de arte.

Yuichi Yokoyama, Color Engineering, 2010, acrílico sobre lienzo, 20 x28.
Nuestra mirada es necesaria e inevitablemente distinta a la de antaño. La mirada, el ejercicio lector que suponen estas propuestas, más allá del libro o del lienzo -más allá del soporte elegido- abre puertas, descubre relaciones e invita a la experimentación. Su valor como obra ya no se encuentra “depositado en su momento inaugural o genealógico, ni enraizado en la personalidad de su primer creador, sino que dicho valor lo adquiere ahora en su mismo paso por el trascurso de la historia” (de la Flor, 2009:79); como un producto cultural concreto que se poneen dependencia estrecha del espacio de su recepción” (Op.cit.).
Yokoyama, Color Engineering, 2010, acrílico sobre lienzo, 20 x28.
La autenticidad de la obra -su aura1, como ha querido llamarla Walter Benjamin- en la actualidad puede que sólo nos importe a veces. A algunos les importa a veces. La mayoría agradecemos la existencia de museos, teatros y bibliotecas como agradecemos que al multiplicar las reproducciones su presencia se materialice ante el común de los mortales. Y confieraactualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada destinatario” (Benjamin, 1989:3).
Yuichi Yokoyama, Color Engineering, 2010, acrílico sobre lienzo, 20 x28.
Fue Georges Duhamel, el polémico escritor francés, quien dijo- apunta Walter Benjamin en su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica- que el cine era un pasatiempo para parias,
disipación para iletrados, para criaturas miserables aturdidas por sus trajines y sus preocupaciones..., un espectáculo que no reclama esfuerzo alguno, que no supone continuidad en las ideas, que no plantea ninguna pregunta, que no aborda con seriedad ningún problema, que no enciende ninguna pasión, que no alumbra ninguna luz en el fondo de los corazones, que no excita ninguna otra esperanza a no ser la esperanza ridícula de convertirse un día en «star» en Los Angeles (Duhamel, 1930:52).
El progreso trae consigo, además de un arte distinto del antiguo, una nueva percepción del mismo. En el ámbito de las narrativas visuales, como sucedió con el cine en su día, existe hoy cierta reticencia relativa al cómic por parte de crítica, público y mediadores. Por lo que, seguramente, si en 2010, en una conversación informal, sale a colación la filmografía del cineasta danés Lars Von Trier, alguien se atrevan a comentar que qué belleza o qué rareza la suya, la de sus obras, pero, al menos, sabría de quién se habla. Ahora bien, ¿conocen a Chris Ware? ¿Han leído su Jimmy Corrigan? ¿La versión de Lorenzo Mattoti de El Doctor Jekyll y Mr Hyde? ¿Conocen a Boilet y su Espinaca de Yukiko?, ¿El arte de volar?; ¿Han leído alguna vez a Yuichi Yokoyama? Posiblemente no. En este caso como con el cine, tal vez haga falta tiempo para acostumbrarse y apreciar, no sin cierta distancia, las posibilidades que nos brinda.

Yuichi Yokoyama, Color Engineering 23, 2005, rotulador sobre papel, 8 x10

Como la madre que en la librería deja que el niño elija su cómic y a continuación le pide que luego escoja “un libro de verdad”, el lector literario, en muchas momentos, pasa de largo la estantería dedicada a la historieta creyendo que no encontrará, nunca allí, algo que le interese, le estimule o pueda, ni por asomo, contemplar como objeto de belleza. Puede que porque al cómic ese lector se acerque, por los prejuicios, con recelo y que, por esa misma razón, nunca llegue a apreciar su carácter o cualidades; nunca llegue a disfrutar de su lectura polifónica.


Yuichi Yokoyama, Color Engineering 17, 2005, rotulador sobre papel, 8 x10.

El lector literario, que tomamos como ejemplo, como en la metáfora de Benjamin- el ángel de la historia- quiere detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Siente que los tiempos están cambiando, que el poder de la imagen en el mundo actual es excesivo. Que la palabra se pierde, se diluye en el photoshop para dejar de significar frente a la todopoderosa imagen. Es una pena: “¿Crees que si le regalo el cómic que eligió, leerá luego libros de verdad?2

Este huracán lo arrastra (al ángel de la historia) irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso (Benjamin, 1955:9).


Yuichi Yokoyama, Color Engineering, 2010, acrílico y rotulador sobre lienzo, 20 x 28.
El arte de la narrativa necesita del pasado para recrearse. Rescatar para la invención y renacer con el fin de verse reproducido, ya sea en la voz de quien cuenta, en papel o pantalla. La autenticidad de la obra de arte reside, en este caso, en quien lee. Su interpretación y su experiencia durante el acto no tienen parangón. Hemos de mirar hacia adelante.
Yuichi Yokoyama, Color Engineering, 2010, acrílico sobre lienzo, 20 x 28.

Si además de nuestra disposición ante la obra de interactuar con ella, de construir, de alguna forma, los significados que en ocasiones están implícitos, se nos ofrece la posibilidad de hacerlo con nuevas narrativas -narrativas en progreso- en soportes diferentes, de ser testigos de cómo se cuentan además algunas historias en el siglo XXI, de cómo se expresa el artista moderno, ¿por qué no dirigir hacia aquí nuestra mirada?


La obra que ilustra este ensayo pertenece al artista nipón Yuichi Yokoyama y está recogida en su último cómic, Color Engineering, publicado por PictureBox.
Ambientado en un universo pre o post humano, Yokoyama da forma a una narración secuenciada a través de la forma, la textura y el color de imágenes contenidas en viñetas. El autor japonés se sirve de su exploración artística para llevar al lector a nuevos territorios, muchas veces abstractos, pero llenos de matices y significados. Un trabajo hermoso que acoge arte y literatura en un libro que todavía no se ha publicado en España.

Referencias bibliográficas
Benjamin Walter (1989). “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”. Discursos Interrumpidos I. Buenos Aires: Taurus.

Berger, John (2006). Mirar. Barcelona: Gustavo Gili.
De la Flor Rodriguez, Fernando (2009). Girovisual. Salamanca: Delirio.
Georges Duhamel (1930). Scènes de la vie future, París.

1 En la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura de ésta. E1 proceso es sintomático; su significación señala por encima del ámbito artístico. Conforme a una formulación general: la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible. Y confiere actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada destinatario. Ambos procesos conducen a una fuerte conmoción de lo transmitido, a una conmoción de la tradición, que es el reverso de la actual crisis y de la renovación de la humanidad (Benjamin, 1989: 10)
2 En muchas ocasiones hemos oído hablar de la historieta como un puente hacia lecturas “más serias”, como un estimulante del deseo de leer en el niño. Efectivamente, leer historietas estimula el deseo de leer: de leer historietas, y mientras no seamos conscientes de la unicidad de la historieta como medio de expresión, estaremos privando a la sociedad española del conocimiento de un arte con infinitas aplicaciones lúdicas y educativas. (Vergara, 2003:2)


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