LO MÁS INTRINCADO DEL BOSQUE




El niño toma la mano de su abuela. Apenas ha cumplido tres años; Para cubrir la distancia del paso de un adulto ha de mover sus pies varias veces, con una peculiar coordinación de cine mudo que resulta a la vez cómica y extraordinariamente ágil.
Su voz transmite urgencia. Aún más: revela absoluta consciencia acerca de la importancia de su petición.
-“Abuela” –solicita-: “vamos a internarnos en lo más intrincado del bosque.”
Es cierto que estamos en un bosque. Pinos olorosos y frescos nos rodean, el suelo combina grandes rocas, hierbas amarillentas y tierra blanquecina. El agua corre no muy lejos.
Pero el pequeño fija la vista más allá. En la otra mano sujeta con firmeza un palo a modo de espada. No es éste el bosque que desea explorar. No pide la presencia de su abuela para un paseo, un juego o una investigación, aunque nosotros así lo creamos; Él quiere acceder a otra dimensión del mundo y sus palabras no son grandilocuentes sino precisas: la otra dimensión es literaria, se construye con un lenguaje específico sin función práctica en el entorno cotidiano.
Quiere ser el héroe.

© Angela Barret. Blancanieves. Kókinos, 2006
La escena nos permite asomarnos a la aventura interior del individuo en busca de su conquista más preciada: la identidad. Si el lobo era la necesidad inevitable que la vida conlleva y el pequeño debía crecer adquiriendo la certeza de su capacidad para superarla, el paso siguiente supone un mayor protagonismo ante las pruebas que surgen en su camino.
En los cuentos tradicionales el héroe (o heroína, pues es importante hacer constar que no hay diferencias por género en el proceso que intentamos retratar) parte de una situación de desventaja: suele ser minusvalorado por la familia, o bien huérfano o sometido por aquellos que deberían protegerlo. La imagen más habitual es la de tres hermanos o hermanas que parten de la casa paterna: los mayores con la bendición y apoyo de los padres ante la empresa que van a acometer y que se da por conseguida de antemano, y el pequeño en cambio rodeado de burlas e impedimentos. El éxito, representado generalmente por la feliz boda y/o reinado final, sólo se obtiene tras enormes dificultades: caminar siete años calzando zapatos de hierro, permanecer mudo y oculto mientras se ejercen trabajos despreciables, sacrificar la sangre propia o del ser amado... ¿acaso los mimados y prepotentes hermanos mayores están preparados para semejante desafío? ¿Pueden admitir los consejos poco complacientes de las figuras aparentemente miserables que se cruzan en su camino? En una palabra ¿son capaces de aprender?
Cuando los medios de comunicación se empeñan en convertir las narraciones populares en tema de rabiosa actualidad suelen caer en lamentables despropósitos: la moda es lo más alejado del espíritu del cuento. Sus palabras han sido creadas para la permanencia, para transmitir experiencias vitales que no caducan con el tiempo porque son intrínsecas al ser humano. Por eso los niños y niñas de cualquier época comprenden y ansían la oportunidad de internarse en lo más intrincado del bosque.
Y yo brindo por los abuelos que siguen dándoles la mano.
Beatriz Sanjuán

Comentarios

  1. Algún día dejará de estar de moda ir a la moda, y entonces recuperaremos muchas cosas: buena parte de la mejor literatura, por ejemplo.

    Brindo por el lobo, y por el príncipe y la princesa (que nada tienen que ver con el rol social de los sexos), por todo eso que despierta en nosotros cuando fijamos la mirada en lo profundo del bosque. Y brindo también por la abuelita, que sigue dándonos la mano en la oscuridad de la tripa del lobo.

    Un abrazo, Bea.

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