MODOS DE VER


Estos días de convalecencia traen para mí experiencias nunca vividas. Bullen con ellas las ideas nuevas. Aunque sean desechables la mayoría, yo me dejo llevar por ellas y me entretengo en algunas más de la cuenta, ya que la tarea de darle vueltas a la cabeza por las cuestiones más insignificantes e insólitas se ha convertido últimamente en una de mis principales actividades, sobre todo en los primeros días. Las que llegan por el día no molestan tanto como las que se cuelan por la noche. Una de las reincidentes en mis noches de insomnio hospitalario fue observar la relación entre insomnio y palabra. Hoy, veinticinco días después de mi ingreso, hileras de palabras, como filas interminables de hormigas, se cuelan todavía por la puerta frontal de mi cerebro para estorbarme el sueño; como ahora, a las 6 de la mañana, después de fracasar en el intento de dormir. Finalmente me decido a ordenar la linea de hormigas en un escrito. Quizá después pueda dormir a pierna suelta.
Leonora Carrington, Labyrinth


Si observo mi cabeza en estas horas, la encuentro activa: la fábrica de pensar echando humo. Lo que pienso resulta forzado a estirarse, para ordenarse y estructurarse dentro de un razonamiento forjado de palabras y de tiempo. Da igual que el motivo de esa actividad insomne sea un hecho simple sucedido en la mañana, en un instante. Cualquier tontería o asunto neutro, en sí mismo no conflictivo, será obligado a formarse como enunciado, a traducirse en palabras y me alejará de ese dulce momento en el que los pensamientos disuelven su estructura racional para abandonarse a otro tipo de estructuras. No suelo padecer trastornos del sueño, por lo que esta oportunidad me sirve para comprobar lo poco consciente que soy del enorme esfuerzo que supone traducir un pensamiento a palabras. 
El combate por recuperar el sueño secuestrado es contra el magnetismo de la palabra. Intento interceptar el rumbo errático y lineal de la verborrea interior y neutralizarlo por el efecto de visualizaciones panorámicas, envolventes. Lo que veo aplaca la excitación intelectual, no hace falta pensar, procesar; sólo ver y rodearme por sentimientos remotos, ancestrales, lejos del momento presente, más cerca del Érase una vez...
Binette Schroeder, El Rey Rana. Ed. Lumen

Este efecto de abandono no puedo confiarlo a la palabra. Se lo entrego al paisaje, a la orilla de los mares, al susurro del viento, a la corteza de los árboles, al calor de la arena, al fresco del aire en mis mejillas, la fuerza de las olas... Cierto que ahora todo queda formulado así, mediante palabras; pero el esfuerzo intelectual que me requiere me aleja del sueño, produce un tipo de actividad mental propio de la vigilia consciente, mientras que divagar, imaginar, visualizar, son actividades afines y también presentes en la actividad onírica. El efecto lineal del lenguaje se encarga de pasar nuestros pensamientos como cuentas de un collar por nuestro cerebro. Originado en un campo de experiencia tridimensional, lo que pensamos y sentimos entra en una forma de expresión unidimensional, donde nuestra mente intelectual ordena los conceptos perceptuales para  poder operar con ellos. ( Arnheim: 1998, 258 ).
Actuando como una especie de molde, el lenguaje fuerza los referentes de la enunciación verbal a manifestarse en una secuencia. 
( Arnheim: 1998, 262 )
Nunca antes como ahora he llegado a sentir la enorme energía que invertimos en esta tarea.
Últimamente buena parte de mi dedicación profesional se ocupa de la manera en la que las ilustraciones desarrollan también sus convencionalismos y crean sofisticados mensajes visuales para los ojos infantiles, cada día más habituados a estos avances. Cuando los ilustradores hacemos esto para narrar, igual que los que escriben, forzamos los referentes para entrar en una secuencia, en un encadenamiento,    siguiendo un hilo. Cuando aplicamos juegos retóricos de imagen para provocar asociaciones, propiciamos el razonamiento, el divertimento intelectual, la resonancia de ideas. Desde este punto de vista, no hay tanta diferencia entre las capacidades del medio visual y las del medio verbal.

Jindra Kapeck, Auf dem Walfisch. Ravensburger Verlag.

Sin embargo, en esta noche larga, reclamo el efecto terapéutico de esa otra forma de ver, la que se deja llevar, la que divaga, la que prescinde del tiempo, la que no se siente empujada a razonar, la intuitiva, la que no busca una lógica, la que imprime con tinta indeleble, la que abre la puerta trasera de nuestro cerebro para conectar nuestra privada fantasía con el ojo del cíclope. 


Nunca pensé que reclamaría esto. Y ahora disculpen, ya me entró el sueño...


Garrapinillos, 18 de julio de 2012


Arnheim, Rudolf (1998), El pensamiento visual, Barcelona, Ediciones Paidós.

Comentarios

  1. Querida Ana, justo estos días estoy leyendo L'écriture du désir, un libro de Belinda Cannone, en el que su autora que reflexiona sobre las razones por las que escribimos y leemos literatura. En cierto momento, citando a Jacques Ancet, la autora hace una distinción entre la realidad y lo real. La realidad, dice, nos llega a través del lenguaje y por lo tanto transformada por el lenguaje y la historia y la cultura. Mientras que lo real representa un acceso a la consciencia del mundo sin nosotros, es decir una percepción hecha fuera de los caminos del lenguaje, a través de la contemplación. Belinda Cannone sitúa la escritura literaria entre la realidad y lo real y le otorga al escritor la tarea de expresar en palabras la percepción que desborda la realidad. Me parecía un pensamiento acorde con tu reflexión.

    Un beso,
    Arianna

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