LITERATURA DE VALORES o convención ­vs. convicción.



Cuando me he topado con esta escena (que a mí me parece maravillosa) de la serie televisiva que narraba las aventuras de Pippi Calzaslargas no he podido evitar pensar en la “literatura de valores”.
¿Podríamos decir que Pippi Calzaslargas es literatura de valores?
¿Son compatibles la literatura y los valores?
¿A qué nos referimos cuando hablamos de “valores”?

“Hubo un tiempo en que Pippi tenía un padre al que quería mucho. Naturalmente, también había tenido una madre, pero de eso hacía tanto tiempo que ya no se acordaba.”

Astrid Lindgren deja muy claro, desde la primera página del libro, que el personaje de Pippi Calzaslargas está fuera de cualquier condicionamiento filial, social y cultural. Viene a rompernos los esquemas, a preguntarnos el porqué de cada cosa, a enfrentarnos con nuestras propias convicciones... ¿o debería haber dicho “convenciones”? Es en esa cuerda floja que se tensa entre las convicciones y las convenciones donde Pippi, con el Señor Nelson al hombro, se pasea de un lado a otro como pez en el agua.

“-Sí, mentir es muy feo –admitió Pippi, aún más triste-. Pero a veces lo olvido, ¿sabes? No se puede pedir a una niña que tiene una madre que es un ángel y un padre que es el rey de los caníbales, y que se ha pasado la vida en el mar, que diga siempre la verdad. Y a propósito –añadió con una sonrisa que le cubrió toda la cara pecosa-, puedo aseguraros que en Kenia no hay ni una sola persona que diga la verdad. Por eso, si de vez en cuando digo alguna mentira, tendréis que perdonarme: recordad que lo hago porque he vivido mucho tiempo en Kenia... Pero podemos ser amigos, a pesar de todo, ¿verdad?"

Cuando hablamos de “valores” estamos, realmente, estableciendo una escala de valores sobre la que construir nuestra vida; pero esa escala de valores ha de ser el último paso de una serie de procesos, siempre íntimos, personales e intransferibles. Observamos, discernimos,  comprendemos, construimos nuestra moral y, con arreglo a ella, establecemos nuestra escala de valores.

La literatura es un medio por el cual podemos ver desde fuera nuestras convicciones y enfrentarlas con nosotros mismos y nuestras emociones; un medio mediante el cual podemos empatizar con las convicciones y emociones de “el otro”. La literatura no es ninguno de los dos lados de la espada: es el filo. La literatura no precisa de valores.

Cuando, en lugar de los actos y los personajes que los producen y sufren, encajamos en un libro una escala de “valores” determinada estamos cerrando la puerta a la posibilidad de que el lector establezca su propio juicio moral, y, por lo tanto, estamos cerrando la puerta a la libertad.

La literatura tiene como resultado, sea cual sea el camino (largo, tortuoso, dulce, amargo, vil, mentiroso...), el enfrentamiento con la verdad. Los dogmas morales y las conveciones sociales, parten del inmovilismo y el sometimiento.

Esta otra podría ser la escena contraria a la del encabezamiento. Y, a mí, me resulta aterradora.



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