Mundos posibles II

© Quint Buchholz. Man on an Island, 1989

Después de leer las interesantes observaciones de Arianna en mi última entrada, retomo el tema donde lo dejé cuando me refería a la verosimilitud como una cualidad irrenunciable de la ficción. Lo que quise decir es que, tanto si se sigue una lógica realista como una fantástica, la construcción ficcional ha de resultar creible. Trataré de concretar: Los personajes, por ejemplo, son el eje fundamental del mundo de ficción en tanto que encarnan las acciones y las ideas. Un personaje bien construido soportará todo el peso de la ficción, mientras que una narración que no consiga dar entidad a sus personajes no puede resultar creíble.

Pongamos un ejemplo de narración realista: Los caballos de mi tío de G. Moure. El protagonista, Darío Bis, pasa el verano en Asturias, encargado de cuidar los caballos de su tío. Los cepilla cada mañana, les limpia el establo, los alimenta, los ensilla, los suelta, los monta, les hace la cama, etc.. Sin ayuda de nadie, a pesar de ser un niño de 10 años, recién llegado de la ciudad, se convierte sin dificultad en un experto mozo de cuadras. Además, el muchacho disfruta con lo que su tío y su tía le enseñan, le dicen y le cuentan. Él mismo será el narrador, que describirá los hechos desde el recuerdo de aquél verano maravilloso de su niñez. Sin embargo, la narración absolutamente focalizada en la descripción del cuidado del caballo y de lo que se escucha decir a los adultos sobre la vida, con su buena dosis ideológica incluída, descuidará la voz infantil, aún siendo él mismo narrador protagonista. Darío apenas nos habla de sí mismo, ni desde sí mismo. El personaje se construye para que el adulto se exprese en presencia del niño. Por su puesto está también el toque romántico: se enamorará a primera vista de una niña, también de 10 años, de la que igualmente nos dirá poca cosa, porque lo mismo que él, está allí para completar un cliché. Juntos y a solas irán a galopar por los campos y por la playa y entrarán mar adentro con los caballos hasta hacerlos nadar y ellos como jinetes subidos a su grupa, avanzando entre las olas. Podría resultar creíble en un libro de aventuras, pero no dentro del código de realidad cotidiana pretendido por Moure.

© Quint Buchholz. Man reading a book, 1990

Mucho más verosímil resulta que Pippi Langstrum pueda levantar un caballo con sus pequeños brazos. ¿Y por qué? Porque la fuerza de Pippi es coherente con su realidad fantástica y porque forma parte de un retrato esmeradamente diseñado para desafiar las leyes de lo posible y de lo conveniente en un mundo aburrido. Y eso hace que queramos creerla con pasión. Pippi Langstrum, a diferencia de Dario Bis, es un personaje nacido para crear ficción. Desde este punto de vista, la verosimilitud tiene que ver con la coherencia interna de una estructura ficcional.

“[...] lo que determina el valor realista de un texto no depende de su relación “con estados de cosas” en un mundo real o posible, sino de su relación con la esfera de las representaciones mentales” (Rastier, F.: Problemáticas Semánticas. 1995: 30, citado en Saganogo, B. op. cit., 2007)

© Quint Buchholz. Man on a ladder, 1992

Desde los tiempos de Aristóteles se discute que la literatura es una representación de las acciones humanas y de la naturaleza por el lenguaje, denominando a este sentido imitativo mimèsis. Esta forma de ver las cosas puede desviar el tema hacia una injusta oposición realidad/ficción cuando la cuestión es que la verosimilitud de un mundo de ficción no depende de la veracidad sino de la verdad poética. Si un mundo de ficción nos conmueve o nos impresiona, poco nos importará su veracidad. Si hemos encontrado un significado interesante, éste no pertenecerá al ámbito de la realidad empírica de la existencia si no al mundo intersubjetivo de las ideas, de los sentimientos y de la comunicación. En última instancia, la realidad de la literatura es lenguaje. Por eso las tesis antimiméticas de Barthes defienden que la ficción es un conjunto de convenciones textuales donde cualquier referencia habría de ser autoreferencia.

Sin embargo, cuando tomo un libro mudo en mis manos y sigo una historia sin palabras, partiendo de la base de que la imagen no es lenguaje (Groupe µ, 1993) me surgen muchos interrogantes de forma espontánea:

¿Qué clase de ficción se establece en un libro mudo? ¿En qué pueden diferenciarse una trama visual de una trama literaria? El referente es igualmente producto de la semiosis, pero las convenciones dentro del sistema de comunicación visual ¿afectan del mismo modo a la "ilusión referencial"?¿Podría decirse que una trama visual es enteramente autorreferencial?

Groupe µ,1993.Tratado del Signo Visual, Cátedra. Madrid.

Comentarios

  1. NOAH DOELY (http://noahdoely.com/photographs.html) crea complejas escenas narrativas como lo haría un artesano. Sin embargo, la belleza de su trabajo no sólo reside, a mi juicio, en su proceso creativo, en sus viejas máquinas o en la estética que reproduce; lo que de verdad me conmueve (me impresiona) de sus imágenes es la recreación de territorios que, por el caráter mismo (en este caso) de la fotografía, hacen posible, a ojos del lector, la existencia de una historia paralela a la que vivimos, a la que nos contaron o leímos algunas vez.

    ResponderEliminar
  2. He visitado al fotógrafo y ¿sabes?…en ese juego que se lleva con la simulación me imagino a realidad y ficción como dos bailarines en un "paso a dos". Los montajes fotográficos de Doely son como los libros de Sáez Castán.

    ResponderEliminar
  3. Las fotos de Noah Doely son sobrecogedoras. Me encantan. Dicho esto, acaba de salir en Italia un libro curioso de Vladimir Radunsky: Vestiario, Bestiario, publicado por Donzelli. Se trata del catálogo de una serie de prendas de animales, en él aparecen entonces (fotografiadas) prendas como las zapatillas de seda de Babar, la corbata de la jirafa Chuck, etc.

    Lo más interesante del caso es que acompaña la salida del libro una exposición donde se pueden admirar estas piezas originales de alta costura (las zapatillas de Babar miden 1,5 m de diámetro, hay que imaginar lo largo que será el velo de novia de la anaconda).

    En una entrevista publicada en el diario Il Messaggero y que se puede leer en la web de la editorial (http://www.donzelli.it/recensioni/2319/1532), el artista dice: "El interés hacia los vestidos de los animales remonta hasta mi infancia. Un día fui al zoo. Quedé estupefacto: acostumbrado a ver los animales tan estupendamente vestidos en mis libros favoritos, no esperaba encontrarlos "desnudos". He admirado siempre las ilustraciones de Grandville, Beatrix Potter, Jean de Brunhoff y de muchos otros artistas que han pintado modas y estilos de los vestidos de los animales del pasado. Estoy convencido de que el mundo encantado en el que los animales bien vestidos mantienen conversaciones existe de verdad. Mi colección es la prueba de ello."

    ResponderEliminar
  4. Qué belleza, Arianna. Es verdad que alguien debería hacer algo al respecto.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares