Erotoscope

Hace no mucho un amigo me confesaba su imposibilidad de enamorarse de una mujer dibujada. Creo que, en concreto, él se refería a las heroínas de los cómics y a mí entonces se me olvidó preguntarle por las heroínas de Manara. Aunque, ahora que caigo, no sé si la erótica tiene que ver con el amor, quizás sí. Tal vez. Puede que sea que sí al final pero no estoy segura. Veamos: la erótica viene de una imagen, se recrea en imágenes, es imagen pero ¿lo es el amor?. La verdad es que lo dudo. Puede que el amor platónico se sirva de ellas para idiotizarnos pero, de resto, creo que el amor llega por otros derroteros.

Justo hoy he dedicado la tarde a curiosear sobre el tema, al hilo de una conversación sobre la erótica de Tomi Ungerer con un amigo. El ilustrador, que yo vinculaba ignorante al imaginario infantil, resultó ser un artista de lo más prolífico.
Su erótica, por ejemplo, me resulta salvaje; quizás más salvaje por la costumbre, por la reciente relectura, de su producción para niños. Aunque, ¿qué tontería no?: si su producción infantil es salvaje también, con ese humor negro por todo...


En el prefacio de Erotoscope, Michel Houllebecq afirma justo lo contrario que decía mi amigo. El escritor alaba la erótica de la imagen dibujada frente a la fotografiada o a la filmada, en concreto, afirma el escritor, durante la felación. Asegura que esas narrativas -la fotográfica o la cimematográfica- no son capaces de captar la esencia del placer femenino en un rostro como lo hace el dibujo. Eso asegura Hollebecq.

Houllebecq concluye además, al inicio del prefacio, que si bien adora el sexo física y moralmente, el sadomasoquismo le repugna. Sin embargo, cuanto más horrenda es la creación, más se aproxima ésta al arte, dice; quizás por lo que de introspección tiene su proceso.

Erotoscope es salvaje, es erótica íntima; versa sobre el deseo, las fantasías y el poder consentido. Erotoscope es sadomasoquismo; es dolor y belleza, por momentos. Erotoscope es imagen, sobre todo, con esa eficacia que tiene la imagen para transportarnos rápido a lugares comunes y, sin embargo, con esa sutileza suya, por la que uno se pone a dudar sobre lo que quiso decir su autor con todo aquello; quizás por el viaje al que te empuja la evocación.

Erostocospe nada tiene que ver con el amor, aunque también es cierto que el amor a veces nada tiene que ver con lo que sentimos unos y otros... 

Es Tomi Ungerer, señoras y señores, y lo edita Taschen.

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