En defensa de la humildad

Más allá de la mera actualización que supone “ser lector” frente a “saber leer” -sería una condición que se adquiere por la simple realización de un acto- entendemos la formación de la competencia lectoliteraria como un proceso en el que quedamos involucrados de por vida, que es “esencial” en cuanto que va transformando nuestra persona y que, por tanto, no tiene fin aunque pase por fases muy diferentes.
El acceso a un nuevo concepto de lectura va ligado a cierta humildad del adulto capaz de asumir que también está inmerso en este proceso: Que no es poseedor estático de una condición lectora adquirida por el simple dominio de los mecanismos de descodificación ni por el desarrollo de capacidades de nivel superior que posibiliten la comprensión de textos de dificultad media.
La madurez implica la eliminación de un “techo” para el aprendizaje; Supone flexibilidad para una evolución que depende de la búsqueda e integración de nuevas experiencias que continúen ampliando nuestro universo. El lector maduro habita la sorpresa inherente a la creación, el estado de gracia donde la renovación de lo vital es al mismo tiempo el reconocimiento de su perpetuidad.


Beatriz SanJuan

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