Ratas

Sobre un papel impreso con una tabla de raíces y exponenciales boca abajo, una rata zancuda avanza hacia el punto de fuga.
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La rata tiene patas de araña. Esas patas le dan un aspecto parecido a la Maman de Louise Bourgeois. La descomunal araña protectora del desamparo es también aguja e hilo. La madre que aúna memoria y olvido en una figura de bronce inmensa me hace pensar que la contradicción está por todas partes.

La rata peluda se sostiene sobre el suelo. Sus patas desembocan en pinzas y ruedas de color azul y rojo. La rata está atravesada -herida- y acerca el hocico a otra rata más animada. Tras la figura del roedor, que ocupa la página casi al completo, vemos dos tablas numéricas que se alzan como rascacielos: una rata zancuda, peluda y herida avanza por las calles de la ciudad.
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Wolf Erlbruch, Ratas. Barbara Fiore, 2009

En el extremo superior derecho de la segunda tabla (del segundo edificio) otra rata pequeña, dibujada al estilo del más viejo Walt Disney (un ratón animado y vestido) la mira, de perfil al lector. La rata pequeña tiene a los pies lo que podrían ser tres bengalas de explosivos ACME.

«El Coyote y el Correcaminos son los personajes de una serie estadounidense de dibujos animados creada en el año de 1949 por el animador Chuck Jones para Warner Brothers. Chuck Jones se inspiró para crear a estos personajes en un libro de Mark Twain, titulado Roughin It, en el que Twain denotaba que los coyotes hambrientos podrían cazar un correcaminos. El Coyote frecuentemente obtiene dispositivos lúdicos y complejos de una compañía de envíos por correo, la corporación ficticia Acme (American Company that Makes Everything o Compañía Americana que Hace de Todo), con los cuales espera que le ayuden a capturar al Correcaminos. Los dispositivos indefectiblemente se vuelven contra él de una manera improbable y espectacular, siendo resultado de errores de operación o mercancía defectuosa. El Coyote por lo general termina quemado, aplastado, o en el fondo de un cañón». Fragmento extraído de Wikipedia:

Una marca blanca sobre el papel contiene un texto que reza: «Cuando le abrieron el pecho, tenía el esófago tan agujereado». El texto hace referencia a una niña y pertenece a un poema «Hermosa juventud» del autor alemán Gottfried Benn, publicado en 1912 en un poemario llamado Morgue y otros poemas.

Dice el poema:

«La boca de una niña, tras yacer largo tiempo entre las cañas, parecía tan mordida.
Cuando le abrieron el pecho, tenía el esófago tan agujereado.
Por fin, en el porche enramado bajo el diafragma,
hallaron un nido de crías de ratas.
Una de las hermanitas pequeñas yacía muerta.
Las demás subsistían gracias al hígado y a los riñones,
bebían la sangre fría y, aquí,
su juventud había sido hermosa.
Como hermosa y rauda fue también su muerte:
¡Ay! ¡Cómo chillaban sus pequeños hociquitos!»

Las imágenes del poeta combinan lo lírico con lo grotesco para romper las convenciones. Concilian la hermosa juventud con la muerte «hermosa», creando un dibujo del todo macabro, doliente e intensamente expresionista. El autor disecciona el comportamiento y las emociones humanas —juega con los lugares comunes y los opuestos— para elaborar un texto lleno de contrastes.

Con ésta, una de sus primeras publicaciones, la poesía del médico confecciona atmósferas molestas e hirientes que siembran polémica. Gottfried Benn rompe para figurar algo distinto, para crear «una nueva dicción lírica a partir de una sensibilidad verbal renovada» (Benn, 1999:181). El cadáver de una niña, las ratas, las ratas que se alimentan de la sangre muerta de la niña hermosa señalan un cambio en la concepción y creación del lenguaje poético.

«Cuando le abrieron el pecho, tenía el esófago tan agujereado.» El verso es implacable y la imagen sórdida. Sin embargo la violencia en su justa expresión crea belleza. Trascendiendo el canon, Benn muestra las tripas de su reflexión, el fondo del asunto y lo efímero de la belleza, a pesar de que ésta esté en todas partes.

La ilustración pertenece al libro álbum editado por Bárbara Fiore en 2009, titulado Ratas. Las imágenes son del ilustrador alemán Wolf Erlbruch. Su lectura y compresión, como en el poema, no es inmediata y expresan un sentimiento personal que tiene que ver más con Erlbruch que con Benn, en este caso. Su imaginario se hace hueco entre los versos y se dispone en la página donde el lector responde a sus propias preguntas. Pero allí el autor monologa.

Como hermosa juventud y muerte hermosa en el poema, la rata comparte escena con Mickey Mouse. La rata grande, zancuda, peluda y herida está con otra rata (un ratón) animado. La incongruencia aquí también transgrede las normas y amplía los posibles significados. La ironía se mezcla con el resto.

Al leer el dibujo, pareciera que la rata y el ratón fueran a lanzarse en una eterna persecución: una huída de intentos de captura, como les sucediera al Coyote y al Correcaminos. Aunque en la página en cuestión parecen sólo reconocerse, puede que por el mal que causa la rata, el ratón quiera vengarse por los siglos de los siglos. Sólo puede. Pareciera, además, que Erlbruch haya elegido a ese ratón en la esquina como Benn hizo con los diminutivos para crear contraste y suavizar la dureza de las palabras y de las imágenes que se han formado. Puede que él esté ahí por piedad y para aclarar el mensaje último; puede que Erlbruch pintara sobre tablas numéricas para hacer un homenaje a aquellos ilustradores que antaño aprovechaban papel usado por no tener medios y no sea la ilusión de una ciudad la que crea, si no un canto a la trayectoria de un oficio. Puede que sea eso o puede que el autor pinte sobre papel usado porque es lo que suele hacer.

Ay, paradojas de la vida y versos que caen como «escarcha en noches de primavera lírica» (Benn, 1999:205). Les resultará extraño pero al mirar esta imagen, quizás sea la emoción, pero yo veo belleza.

Benn, Gottfried (1999). El yo moderno. Valencia: Pre-Textos.

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