Lectura eferente


En sus Cuadernos, Paul Valery (Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, p. 464) sostenía que:

La lectura de los periódicos nos lleva a leerlo todo como periódicos.

Partiendo de esta aseveración y considerando nuestro contexto educativo, hoy podríamos reformular esta máxima y sostener que:

La lectura de los libros de texto nos lleva a leerlo todo como libros de texto.

La modalidad de lectura que propicia el libro de texto, y que domina las prácticas lectoras escolares, ha sido tipificada por Luise Rosenblatt, [La literatura como exploración México: FCE, 2002], como lectura eferente. En palabras de la autora,

[La lectura eferente] se centra, de modo principal, en seleccionar y abstraer analíticamente la información, las ideas o las instrucciones para la acción que perdurará después de concluida la lectura.

Así pues, la lectura eferente se limita a la habilidad funcional de hallar, retener, aprehender, cargar, llevar consigo y exige del lector que repita, domine, identifique, siga las instrucciones.
Me pregunto entonces: 
  • En las escuelas y los institutos, ¿no se lee las obras literarias exclusivamente desde una perspectiva eferente? 
  • ¿No está buena parte de la literatura infantil y juvenil española siendo escrita siguiendo el esqueleto de la escritura eferente (a costa de lo literario)? 
  • ¿Tiene acaso  la literatura en la escuela la función de que el alumno repita, domine, identifique, siga las instrucciones pasivamente, hasta el punto de que la enseñanza de la lectura se centra en que el alumno demuestre, en definitiva, que ha aprehendido la información, las ideas o las instrucciones que el adulto quiere inculcar en él?

Comentarios

  1. No te faltan razones para hacerte esas preguntas y la zozobra que se te adivina está más que justificada. Y también estoy de acuerdo en que no se aprende a leer sin más sino que cada tipo de texto requiere una forma específica de lectura. De ahí la importancia de incorporar los textos de uso social en la enseñanza y la práctica de la lectura y la escritura escolares y de no destripar la literatura con pedagogías perversas. No es de extrañar el analfabetismo funcional que tanto abunda y el escaso placer que proporciona la lectura en buena parte de la población. Por no ir más lejos, yo mismo soy incapaz de entender el manual de instrucciones del último disco duro externo que me he comprado.
    Afortunadamente hay escuelas e institutos en los que la literatura está libre de esas servidumbres, pocos pero los hay, en los que la lectura literaria no tiene otro sentido que el de disfrutarla y se convierte en una experiencia gozosa y enriquecedora. Lo demás viene solo, objetivos conceptuales, procedimentales y actitudinales superados incluído.

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  2. Me quedo pensando... el problema no sería tanto que se trate de practicar la lectura de tipo eferente sobre una obra literaria, sino que los educadores no sepan ellos mismos analizar y hacer lectura eferente de provecho sobre un texto que nos demanda competencias estéticas. Cuando voy a la escuela y me encuentro con grupos de primaria disfrutamos muchísimo haciendo lectura eferente de libro-álbum. Porque analizamos juntos la factura de los libros y eso les abre los ojos a una forma nueva de disfrutar de la lectura, la que desvela las estructuras formales.

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