La materia de la literatura es el lenguaje

A pesar de que esta afirmación a muchos les puede resultar obvia, insistir en ello es especialmente necesario en el ámbito de la literatura infantil. En primer lugar, debido a que el interés por cómo está escrito un libro suele ser eclipsado por otros centros de atención como el argumento, el tema, la proximidad del protagonista al público destinatario o los valores que dice transmitir la obra. En segundo término, porque quienes enfatizan en la importancia del lenguaje en los libros para niños a menudo asumen posiciones extremas: bien se preocupan por la idoneidad del vocabulario empleado, bien reivindican la distante perfección de los clásicos, bien emprenden la azarosa y fútil empresa de plasmar el habla del niño o del joven, bien incurren en una escritura amanerada, más preocupada en recrearse en la forma que en llegarle al lector.

Escribir es un acto de libertad. Construir una frase, un párrafo, un personaje, una trama… no es otra cosa que asumir una sucesión de elecciones, de buscar aquellas palabras adecuadas para poder transmitir del mejor modo posible aquello que deseamos contar.

El niño que comienza su andadura en la lectura tiene una disposición muy especial: practica una lectura atenta que se detiene en cada palabra, más en su sentido que en su significado, más en su sonido que en su grafía, más en cómo se van tejiendo que en su forma gramatical. El interés que el pequeño lector experimenta por el lenguaje a menudo es irrespetado por una prosa facilona, ñoña o pedagogizante.

Un escritor para niños debería buscar en el lenguaje la verdad y la belleza que el niño espera de sus lecturas. Un escritor para niños debería tener siempre presente que la materia de la literatura es el lenguaje.

Ilustración: Había una vez una casa de Dagmar Urbánková (Madrid: Kókinos)