Escuchar a los futuristas

Es en el manifiesto de 1915 Reconstrucción futurista del universo, firmado por Giacomo Balla y Fortunato Depero, donde por primera vez se plantea el juguete como objeto de interés del artista y el niño como un interlocutor necesario en aras de transformar la sociedad. A partir de esta proclama, se crea un nexo de unión entre las vanguardias y la infancia.
Vale la pena una lectura atenta de este manifiesto [recogido en: VV.AA. Arte y arquitecturas futuristas (1914-1918). Murcia: Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, 2002]. En él Balla y Depero parten de una crítica a la tradición establecida:

En los juegos y los juguetes, como en todas la manifestaciones retrógradas, no hay más que grotesca imitación, timidez (trencitos, carrocitas, muñecos inmóviles, caricaturas cretinas de objetos domésticos) antigimnásticos o monótonos, solamente aptos para atontar y desalentar al niño. (Balla y Depero, 2002, 87).

Para luego proponer los objetivos que han de perseguir los juguetes por ellos proyectados:

Por medio de complejos plásticos nosotros construiremos juguetes que habituarán al niño:

1. a reír muy abiertamente (por efecto de trucos exageradamente cómicos);

2. a la elasticidad máxima (sin recurrir a lanzamientos de proyectiles, latigazos, pinchazos imprevistos, etc.);

3. al brío imaginativo (mediante juguetes fantásticos para ver con lupas; cajitas para abrir por la noche, en las que estallarán maravillosas pirotecnias; artilugios transformables, etc.);

4. a aguzar infinitamente y agilizar la sensibilidad (en el dominio inmenso de ruidos, olores, colores, más intensos, más agudos, más excitantes);

5. al valor físico, a la lucha y a la GUERRA (mediante juguetes enormes que actuarán al aire libre, peligrosos, agresivos).

Olvidemos por un momento el punto cinco.

¿No seguimos anhelando juguetes (y libros para niños) que no “atonten y desalienten al niño” sino que más bien alimenten y desarrollen la risa, la elasticidad, la imaginación y la sensibilidad?