Comer, sobrevivir, desear




Der Schwarzfahrer es un corto de 1993 dirigido por Pepe Danquart, que ganó el Oscar en 1994. Si no lo habéis visto, no sigáis leyendo, miradlo primero. Dura diez minutos y no es necesario entender los diálogos, aun así en youtube hay otras versiones subtituladas.

Schwarzfahrer en alemán significa “viajero sin billete”, al mismo tiempo que el significado literal de sus componentes es “viajero negro” o, para no perder ecos literarios, black rider, o, si se quiere seguir los tiempos, el pasajero oscuro de dexterianas referencias.

Y en este corto estamos de vuelta a la comida y la supervivencia, y con ellas al mismo fressen (el comer del animal) de Frau Peachum y Mackie Messer.

Como dice Djay el proxeneta que, interpretado por Terrence Howard, protagoniza la película Hustle & Flow (Craig Brewer, 2005):

See... man ain’t like a dog. And when I say “man”, I’m talking about man as in mankind, not man as in men. Because men, well, we a lot like a dog. You know, we like to piss on things. Sniff a bitch when we can. Even get a little pink hard-on the way they do. We territorial as shit, you know, we gonna protect our own.


Y es cierto, ya que los recursos con los que contamos son limitados. En su balada Frau Peachum y Mackie Messer hablan de recortar su rebanada de la hogaza de pan.

La hogaza es lo que hay, no se multiplica como el pan y los peces del Evangelio; la hogaza de cada día es un bien limitado y se acaba, de aquí la necesidad de correr para hacerse con un trozo, a ser posible grande, muy grande.

Son las bases de la economía: lo que hace preciado un bien es su escasez. Y para hacerse con un bien: o cae del cielo o lo robas o lo compras (cada modalidad posee distintas declinaciones y todas pueden tener puntos de intersección). Para comprarlo necesitas algo que canjear, dinero por ejemplo. Y el dinero también, como parte de un sistema cerrado, es lo que hay, no lo encargas ni lo fabricas según tu albedrío.

La supervivencia, elevada a principio conductor, genera seres ávidos e insensibles, es decir que la supervivencia, si bien en origen es el instinto necesario para la existencia, deshumaniza. La supervivencia se convierte entonces en nuestro black rider.

La señora del corto de Pepe Danquart está defendiendo su territorio de confortabilidad: el mundo en el que ha organizado su vida y en el que se reconoce y tiene lo necesario para sobrevivir (y algo parecido quizá hacen los demás acudiendo a la indiferencia).

Con lo cual vemos que desde un punto de vista técnico cumplimos perfectamente con las normas de la evolución. Cabe preguntarse si esto es todo lo que hay y si hacía falta liarla tanto con este mundo y su belleza, si al final nos conformamos con agarrarnos a nuestra rebanada de pan.

Para cultivar el trigo y, con el tiempo, empezar a hacer el pan el hombre se hizo sedentario. ¿Empezó el hombre a cultivar cereales por una cuestión de supervivencia? ¿Es cierto que los cambios climáticos habían llevado a una escasez de comida tal que no quedaba otra opción que descubrir la agricultura? ¿Es cierto que los cereales constituían las respuesta nutritiva a las necesidades del cuerpo humano?

Me gusta pensar que el biólogo alemán Joseph H. Reichholf tiene razón cuando, en su ensayo La invención de la agricultura (Barcelona, Crítica, 2009), después de analizar toda la información climática posible sobre nuestra prehistoria, nuestra biología y el entorno, llega a la conclusión de que la razón por la que el hombre abandonó su vida libre en permanente movimiento para someterse a la dura vida del agricultor es la cerveza.

El ser humano quería sentirse ebrio. Con estas conclusiones recupera el estudioso la dimensión humana de un ser para el que sobrevivir no es tan importante como el hecho de sentirse vivo y abandonarse a lo inútil.

No se dio cuenta el hombre (cómo hubiera podido) de que con esto asentaba las bases de un sistema cerrado, con alto riesgo de deshumanización en el que una vida nómada no encuentra cabida, ni tan siquiera como posibilidad. Y es frecuente que los nómadas de hoy en día vean su espacio de movimiento delimitado y reglamentado (es interesante a este respecto la película Open range, Kevin Costner, 2003).


Hay muchas cosas que hoy en día ya no se pueden hacer: en muchos lugares, ser nómada es una de ellas porque acabarás ocupando un territorio que alguien considera suyo; pero también en el mundo culinario hay recetas que, fuera del ámbito doméstico, ya no están permitidas por cuestiones de higiene. Todo el mundo quiere sentirse seguro, pero cabe preguntarse si garantizar la seguridad (de nuestra supervivencia) es tan importante como para poder prescindir de la humanidad.

En la segunda parte de su reflexión Djay, aunque acabe de afirmar nuestra territorialidad, todavía tiene que recordar en qué medida el ser humano se diferencia del animal:
But man, he know about death. Got him a sense of history. Got religion. See... a dog, man, a dog don’t know shit about no birthdays or Christmas or Easter bunny, none of that shit. And one day God gonna come calling, so you know, they going through life carefree. But people like you and me, man, we always guessing. Wondering, “What if?” You know what I mean? So when you say to me, “Hey, I don’t think we should be doing this”, I gotta say, baby, I don’t think we should be doing this neither, but we ain’t gonna get no move on in this world, lying around in the sun, licking our ass all day. I mean, we man. I mean, you a woman and all, but we man. So with this said, you tell me what it is you wanna do with your life.
El ser humano duda, tiene inquietudes, desea.

Arianna

Comentarios

  1. A propósito del corto "Der Schwarzfahrer", quería decirte que en el libro "Ginebra" de Rosa Regás (Destino 1988) se cita esta historia como una de las leyendas urbanas de la ciudad suiza. El argumento es idéntico, únicamente varía la identidad del joven negro que originalmente era un muchacho punk. Al parecer, pues, la historia del corto es una adaptación.

    He seguido con interés tus reflexiones sobre la naturaleza de lo humano y no he podido evitar una asociación con la lectura de Jung. Según sus investigaciones, los procesos psíquicos se deslizan por la consciencia como por una escala que va de lo más puramente instintivo hacia la espiritualidad representada por lo arquetípico. En esta dinámica, la personalidad se esfuerza por conjugar ambos extremos y como resultado se produce una integración que Jung denomina "individuación". Ahora bien, hay un estado previo que es el del "hombre-masa", aquél que no siente la necesidad de buscar en su interior, puesto que cualquier error, cualquier carencia, está fuera y no tiene que ver con su persona. El hombre-masa tiene siempre la prerrogativa de ser totalmente inocente y busca rápidamente una posición espiritual o ideológica que le de ventaja: su reino "no es de este mundo". Jung los llama "hombres sin sombra". Ellos no dudan y lo quieren todo bien clarito. Algo de esto hay en todos los "ismos". Para ampliar sobre este interesante análisis leer CONSIDERACIONES TEÓRICAS SOBRE LA NATURALEZA DE LO PSÍQUICO, el capítulo 7: "Patrones de conducta y arquetipos" en ARQUETIPOS E INCONSCIENTE COLECTIVO, Paidós, 2009 (pp.243-245).

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares