El arte, la certeza y la duda


La obra de arte no es una idea, como tampoco los elementos que configuran el objeto artístico son el arte. Quizás sea más complicado comprender esto cuando se trata de literatura; quizás lo difícil sea no caer en este juego cuando lo que se pretende hacer es literatura.

Ante la necesidad de lo breve, la tentación del estereotipo acecha peligrosamente desde el miedo a la duda. Conviene recordar entonces aquellas palabras de Robertson Davies:
¿No sabe usted qué es el fanatismo? Es sencillo: Se trata de un exceso de compensación frente a la duda.
La duda no es lo contrario de la idea; la duda tiene más que ver con el juego de las ideas, y por eso está más cerca de la verdad que la certeza. Cuando en un relato o un cuento introducimos una idea como fundamento, estamos desahuciando la literatura. La esencia de la literatura no es introducir una idea, sino encontrar y encajar los elementos y acciones que propicien el juego de las ideas.

Lo simple y lo sencillo no son lo mismo, y muchas veces son justamente lo contrario. Enrique Lhin lo expresa con belleza en unos versos:
Quienes insisten en llamar a las cosas por sus nombres
como si fueran claras y sencillas
las llenan simplemente de nuevos ornamentos.
No las expresan, giran en torno al diccionario,
inutilizan más y más el lenguaje,
las llaman por sus nombres y ellas responden por sus
nombres
pero se nos desnudan en los parajes oscuros.
S.

Comentarios

  1. Leerte, de pronto, trajo recuerdos a mi memoria...

    Recuerdo saber quién eras antes de saber quién eras.

    Recuerdo esos vaivenes, que aún sigues teniendo. Antes se llamaban inseguridad, ahora es idiosincrasia.

    Recuerdo que te acercas a las cosas para poder dudar de ellas.

    Recuerdo que nos reímos y que también lloraste un día.

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