Recogiendo el testigo de las dos entradas anteriores, entradas que, en definitiva, reflexionan sobre las claves últimas de la literatura, leía estos días un artículo/panfleto de Julien Gracq titulado La literatura como bluff (Barcelona, Nortesur, 2009. Trad. de María Teresa Gallego Urrutia). Realmente este discurso se publicó por primera vez en Francia, en 1950, en la revista Empédocle dirigida por Albert Camus, con un título muy sugerente: La littérature à l´éstomac. Poco después en el mismo año aparecería como panfleto independiente (París, José Cortí, 1950). Se trata de un escrito de denuncia contra la oficialización de la literatura, contra la confusión, cada vez más clara, de la literatura con todo lo que le rodea, contra el papel sentenciador de la crítica que maneja criterios no estrictamente estéticos cuando de literatura se trata…
Selecciono un párrafo que, creo, deberíamos leer con atención:
Existe una relación entre la forma cruda e inútilmente provocadora, en que la figura del escritor sale deformada y aumentada de se baño de multitud, y determinado estadio de la crítica que tiende a no mostrar ya sino una postura febril de adhesión o falta de adhesión, una simpatía o una antipatía en estado puro (…) Esa crítica tiene sus dioses y sus réprobos, que son réprobos y dioses para el crítico de enfrente: y es que, en cuanto, se supera cierto grado de vulgarización casi electoral, que a la larga no es posible (porque estamos metidos dentro) separar por completo de la obra inicial, ya nadie explica nada, sólo se alinea. (p. 77)
Gracq escribió su “panfleto” en una época y contexto determinados. Corría el año 50. Sin embargo, cambiando las circunstancias, las palabras del francés resultan actuales. ¿Deberíamos temer, por tanto, que conceptos como mercantilización, subversión, banalización, electoralización, sean lugares comunes, casi universales, al hecho literario?

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