Arte y memoria


"Es muy cierto que las ideas ampliamente aceptadas nunca son de propiedad personal de su pseudoautor, por el contrario, él es sólo el servidor de sus ideas. Las grandes ideas aclamadas como verdades contienen algo peculiar en sí mismas. Aunque vienen a la existencia en un momento determinado, son y han sido, eternas; surgen de esa región de la vida creadora y psíquica donde la mente efímera del ser humano se desarrolla como una planta que florece, da semilla y fruto y luego se marchita y muere. Las ideas emergen de una fuente que no está contenida en la vida personal de un hombre. Nosotros no las creamos, ellas nos crean a nosotros. Al expresar las ideas, inevitablemente confesamos, no sólo lo mejor que hay en nosotros, sino también nuestras deficiencias y errores."

-- El Hombre Moderno en busca de su Alma. C. G. Jung --

Leo estas palabras de Jung y no puedo evitar ligar mi entrada con el post anterior de Arianna y esa sucesión de imágenes inconscientes en la que tanto puede costarnos entrar en un momento dado y de la que tan difícil puede resultarle salir a una mente cuando algo no está bien afinado.


Parece que no existe en nuestro cerebro un saco, un cajón, ni siquiera algo parecido a un disco duro donde almacenar ideas y recuerdos; sí hay, al parecer, una zona bien definida que se ocupa de su gestión: de llevarlos a ese "almacén universal" y recuperarlos de él. Somos capaces de elaborar nuestros recuerdos mediante el reconocimiento de nuestra propia identidad individual en la idea que recuperamos de ese "océano universal", es decir: por las atribuciones espacio-temporales que nos son propias. Si esto es así, podemos recuperar de la memoria (o con la memoria) más de lo que dejamos caer en ella. Posiblemente es a esto a lo que se refiere Jung.


Tirando de una imagen en la memoria pueden aparecer muchos peces enlazados unos a otros; sin duda éste es uno de los mecanismos implicados en el arte, sin embargo, al otro lado de ese movimiento dialéctico, es imprescindible acotar esa cadena que se extiende ad infínitum. El objeto artístico es un cebo diseñado para sacar del agua un número de peces que nunca puede ser concreto, pero siempre ha de ser asumible. El sueño de la razón produce monstruos.


Si el placer reside en el regreso, el dolor lo hace en el alejamiento, crece en la división. El placer experimentado con el arte reside en su capacidad de conectar y conectarnos con los hechos: unifica y nos conecta con la unidad. El monstruo no es monstruo por ser fiero como un león o grande como un elefante, es monstruo porque no lo podemos asumir; al diablo se le ha representado siempre como una suma de partes inconexas. El arte, aún en el desasosiego, nos une con la otra cara del abismo. Lo que nunca será es una patología.


Sergio Lairla

Comentarios

  1. Me interesa eso de ir a pescar en la memoria, si bien es cierto que por un lado tirando de una imagen pueden aparecer muchos peces enlazados unos a otros; otras veces, ¿no crees que existe solo uno y exclusivamente un momento en el que tenemos la posibilidad de relacionar dos imágenes en nuestra memoria que sean capaces de darnos una idea específica y que si por cualquier razón o distracción perdemos ese momento, quizá nunca más volvamos a teer la posibilidad de realizar esa inferencia? Vaya, ¡esto es mejor que una película de aventura!

    Arianna

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  2. Qué buenas entradas los dos (lo primero)

    Es como cuando uno ve el bosque y el camino del leñador y a continuación se le aparece el claro.

    Como el domingo y un vermú...
    Como la encina y la chicharra.

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  3. Hola Arianna.

    Seguramente. Nunca serán los mismos peces los que salgan encadenados en la pesca, ni sabrán igual. Al fin y al cabo, el cebo, nuestras atribuciones espacio-temporales, nunca serán las mismas; de un segundo al siguiente, ya no somos la misma persona... afortunadamente. No creo que se trate de desesperarse en las infinitas oportunidades perdidas, sino de aceptar la posibilidad de introducir el anzuelo en el infinito: reconocer la capacidad de actuar en él.

    Hola, Linterna Roja.

    Muy bueno.
    No sé si mi entrada es la mañana de domingo o el vermú, la encina o la chicharra, el sol o la sombra; pero qué bueno quedar el domingo a tomar un vermú bajo la encina en la que canta la chicharra y pedirse, por qué no, un solysombra.

    Un abrazo.
    Sergio

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