Sentidos y sinsentidos del naufragio

Esto que se cuenta en este naufragio es para que los hombres mucho teman los castigos del Señor y sean buenos cristianos y lleven el temor de Dios ante los ojos para no quebrantar sus mandamientos. Manuel de Sousa fue un hidalgo muy noble y buen caballero, y en aquella época gastó en la India más de cincuenta mil cruzados en dar de comer a mucha gente y en buenas obras que hizo a muchos hombres; pero al final fue a acabar su vida y la de su mujer e hijos, entre los cafres, con tanto pesar y necesidad que les faltó la comida, la bebida y la ropa. Y pasó tantos trabajos antes de morir que sólo puede creerlo quien les ayudó a pasar, que de entre ellos fue un tal Álvaro Fernández, guardián del galeón, que me contó esto con mucho detalle y que por casualidad encontré aquí en Mozambique en el año de mil quinientos cincuenta y cuatro.

Y por aparecerme una historia que servirá de advertencia y buen ejemplo para todos, escribí los trabajos y muerte de este hidalgo y de toda su compañía para que los hombres que andan por el mar se encomienden a Dios y para que Nuestra Señora ruegue por todos. Amén.

Este texto, compilado originalmente en las Historias trágico-marítimas y recuperado en nuestros días por Isabel Soler en el extraordinario libro Los mares náufragos (Barcelona: El Acantilado, 2004), inicia la relación de la pérdida del Galeón Grande São Jõao en 1552 y el acontecido y funesto viaje emprendido por sus tripulantes por las tierras de los “cafres”.

Es interesante observar cómo su autor justifica el sentido de la narración dentro de una perspectiva religiosa que aúna la intensión instructiva y la alabanza de Dios. Otro aspecto digno de notar es “lo insondable de la voluntad del Señor”: Manuel de Sousa es descrito como un cristiano ejemplar y, aún así, padece los peores rigores del naufragio: la desesperación y la muerte.

Robinson Crusoe no comienza ni con una exhortación a la vida cristiana ni con una invocación a Dios. Al contrario, se inicia con un bosquejo biográfico de la, no del todo ejemplar, vida de su  protagonista. Lejos del insondable motivo por el cual Manuel de Sousa sufre el naufragio, el de Robinson puede atribuirse a un hecho específico: la desobediencia del padre. El relato del portugués está signado por la tragedia, mientras que el del marinero de York por la autosuperación y la redención.

Si Robinson fuera portugués o español, lo primero que hubiese hecho al volver al hogar era elevar un exvoto, en agradecimiento por los favores recibidos.

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