De cine, vínculo y disfrute

Llevaba tiempo queriendo leer Cineclub -desde que me lo recomendó Lucía antes del verano pasado (“es de un chaval al que su padre educa a base de pelis”), desde que leí que Arianna hacía referencia a él en su trabajo de investigación- y me decidí a comprarlo en la librería que Julia trajo a la sala del seminario en Tarazona.

-Te llevas la edición para libreros- me dijo. Y yo feliz, con mi cubierta desplegable y ganas de leer, me encerré esa noche en la habitación del hotel a probarlo un poco.

Qué cosa ¿no? Me da igual que esta palabra no le guste a medio mundo pero ¡qué libro tan entrañable! Ni siquiera me importa la selección, el método o los comentarios de ese padre en cada una de las sesiones del cineclub que comparte con su hijo. Lo que de verdad me conmovió sobremanera es el vínculo, la relación que se establece entre ellos en un espacio concreto, la pasión por el medio y cómo se trasmiten la frustración, la preocupación, la inseguridad… En resumen: la desnudez con que Gilmour se muestra ante el lector y su hijo. Gilmour es impaciente, vulnerable, dubitativo pero persiste en su empeño.

Me encantó Cineclub. Si hasta lloré y pocas veces lloro (que soy como un soldadito) cuando al final David dice que lo echará de menos. Porque llegar a disfrutar de verdad con lo que a uno le gusta, junto a alguien que disfruta igual -y además a uno le gusta- es todo un lujo. También es un lujo poder leerlo.

Dicen que Cineclub es un repaso personal a la historia del cine pero no lo es.

A propósito del cine, el vínculo y el disfrute -y en relación con una de las entradas anteriores-, os recomiendo a un director alemán de ascendencia turca que se llama Fatih Akin. Un tipo interesante. Vi dos de las películas del ciclo que proponía el Festival de Cine de Gijón y algunos cortos. Las películas eran Soul Kitchen y Im Juli.

Akin es maravilloso. Pero no por las historias, por su humor, por esa sensación de improvisación constante que deja en el espectador o por la mezcla de culturas o la música que elige… (todo eso también), sino porque los actores, los coguionistas, la banda sonora, los escenarios y lo que cuenta son, de alguna manera, cosa suya.

No puedo evitar la empatía hacia alguien que decide hacer una película y le pide a su amigo del colegio que escriba el guión con él y que la protagonice. Alguien que se pone a crear y lo hace sobre lo que de verdad conoce: su país, su tradición, su gente, su cultura, su humor y además se rodea de todo ello para llevar a cabo su proyecto. De este modo, la obra, al final, no sólo se lee, se ve o se observa sino que la aprecias con los cinco sentidos. Conectas de forma global con el vínculo que el autor ha creado.

Algo así llega con todo a todas partes. Y no importa si lo metemos en un ciclo de cine juvenil o adulto. Da igual si es un repaso por la historia del cine o si hace un recorrido por la música popular turca, sus raíces y evolución. Me interesa el cómo se hace y con quién.

Qué se yo: igual es casualidad pero adoro lo que hacen mis amigos.



Comentarios

  1. Hay sensibilidades sustanciales, existen los que tienen una sensibilidad sustancial. Yo sueño con hacer alguna cosa sobre la sensibilidad filosófica. Es así que encontrarán los autores que cada uno amará. No estoy diciéndoles que sean spinozistas, porque me importa un bledo. Lo que no importa un bledo es que ustedes encuentren lo que les hace falta, que cada uno de ustedes encuentre los autores que les hacen falta, es decir, los autores que tienen algo para decirles. Lo que a mí me atormenta en filosofía es esa elección. Es igual que cuando se habla de una sensibilidad artística, por ejemplo de una sensibilidad musical. La sensibilidad musical no es indiferenciada, no consiste solamente en decir: Amo la música. Quiere decir también que extrañamente, en cosas que yo mismo no comprendo, tengo algo que ver particularmente con tal: “ah, para mí es Mozart. Mozart me dice algo”. Es curioso eso. En filosofía es lo mismo. Hay una sensibilidad filosófica. Allí también es una cuestión de moléculas, si aplicamos todo lo que acabamos de decir hace un momento. Nos encontramos con que las moléculas de alguien serán atraídas, serán ya, en cierta forma, cartesianas. Hay cartesianos. Bueno, comprendo, un cartesiano es alguien que leyó bien a Descartes y que escribe libros sobre Descartes. Pero eso no es muy interesante. Al menos hay cartesianos a un nivel mejor. Consideran que Descartes les dice algo al oído a ellos, algo fundamental para la vida, incluida la vida más moderna. Bueno, a mí, tomo mi ejemplo, realmente Descartes no me dice nada, nada, nada, nada… Se me va de las manos, me embola. Sin embargo, no voy a decir que es un pobre tipo, es evidente que tiene genio. Bueno, de acuerdo, tiene genio, pero yo, por mi cuenta, no tengo nada que hacer con él. Jamás me dijo nada. Bueno ¿y Hegel... ¿Cómo se explican estas cuestiones de sensibilidad, qué es eso, qué quieren decir estas relaciones moleculares? Yo abogo por relaciones moleculares con los autores que leen. Encuentren lo que les gusta, no pasen jamás un segundo criticando algo o a alguien. Nunca, nunca, nunca critiquen. Y si los critican a ustedes digan: “De acuerdo” y sigan, no hay nada que hacer. Encuentren sus moléculas. Si no las encuentran, ni siquiera pueden leer. Leer es eso, es encontrar vuestras propias moléculas. Están en los libros. Vuestras moléculas cerebrales están en los libros. Yo creo que nada es más triste en los jóvenes en principio dotados que envejecer sin haber encontrado los libros que verdaderamente hubieran amado. Y generalmente no encontrar los libros que uno ama, o no amar finalmente ninguno, da un temperamento…, y de golpe uno se hace el sabio sobre todos los libros. Es una cosa rara. Nos volvemos amargos. Ustedes conocen la especie de amargura de ese intelectual que se venga contra los autores por no haber sabido encontrar a aquellos que amaba…, el aire de superioridad que tiene a fuerza de ser tonto. Todo eso es muy enojoso. Es preciso que, en última instancia, sólo tengan relación con lo que aman.

    Gilles Deleuze

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  2. Bravo, Monsieur Deleuze!

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  3. Vaya, Olalla me ha ncantado la entrada y el comentario de Guilles, gracias a los dos
    mil besos
    ana

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