En torno al libro-álbum con Perry Nodelman (Parte I)

Os ofrecemos la primera parte de la traducción de una entrevista que reunió a dos importantes pensadores e investigadores del ámbito de la literatura infantil: el canadiense Perry Nodelman y el ilustrador brasileño Odilon Moraes (nota de presentación más abajo). Además de una conversación estimulante, su diálogo es también una gran disertación sobre los libros-álbum plagada de referencias donde ambos exponen sus conocimientos, discuten conceptos y comparten ideas. Fue publicada originalmente en inglés / portugués para el sitio www.lugardeler.com

Jessie Willcox Smith, The Bed-Time Book, 1907

Odilon Moraes : Antes de comenzar nuestra conversación, es importante enfatizar la relevancia de su contribución teórica al debate sobre una de las principales innovaciones en la literatura infantil en los últimos años: el libro-álbum.

También es necesario señalar que este tema es aún muy novedoso, por lo que está poco difundido en Brasil. Su Words about Pictures (1988), responsable de inaugurar el campo de estudio del libro ilustrado entre investigadores y académicos, aún no se ha traducido al portugués*. Tuvimos la suerte de tener acceso a sus ideas a través de las citas y extractos de Maria Nikolajeva, Scott, Peter Hunt y otros autores que afortunadamente fueron publicados aquí no hace mucho tiempo.

Dicho esto, me gustaría pedirle amablemente que disculpe el tono didáctico que intenté aplicar a las preguntas para que quienes se encuentren menos familiarizados con el tema puedan seguir la conversación.

Algunos críticos tienden a considerar el libro-álbum dentro del territorio de los objetos de arte, mientras que otros, como David Lewis, afirman explícitamente que son más bien una forma de escritura y, por lo tanto, un objeto literario. ¿Cuál es su posición con respecto a esta delimitación de ámbito y qué problemas pueden surgir en el caso de que el álbum se estudie dentro de áreas de conocimiento a las que no pertenece?

Perry Nodelman : Creo que todos y cada uno de los enfoques son potencialmente útiles, siempre y cuando se sigan cuidadosamente y con respeto por la gama completa de formas en que estos libros pueden verse, leerse, usarse, compartirse, coleccionarse, celebrarse, condenarse, etc., etc. Como todos los libros, como todas las obras de arte, los libros-álbum tienen el potencial de dirigirse a una variedad de audiencias diferentes, de decir cosas diferentes a personas diferentes y de ser comprendidos y utilizados de muy diversas formas. Cuando comencé a trabajar en mi libro Words about Pictures, hace más de tres décadas, lo hice porque no pude encontrar mucho específicamente sobre libros-álbum que pudiera ayudarme en mi investigación para desarrollar una mejor comprensión de ellos. Pero aprendí muchísimo de la historia del arte y otros análisis de pinturas de galería, teorías de la semiótica, discusiones sobre percepción visual, enfoques psicológicos de los dibujos de los niños, etc., etc. Los libros-álbum surgen como crucigramas de arte visual y verbal, por lo que su estudio es inherentemente interdisciplinar. De hecho, los estudios de literatura infantil tienden a ser generalmente interdisciplinares, centrándose no solo en el análisis literario o artístico, sino también en cuestiones como la lectura de los niños, las prácticas pedagógicas, etc.


«[…] sea cual sea la razón de su invención y cualquier racionalización que podamos imaginar para ellos, los libros-álbum no necesitan justificación salvo el hecho de que son una forma exitosa e interesante de contar historias.»


O. M. : En el inicio del Capítulo nº 1 de Words about Pictures, usted plantea una pregunta retórica: ¿Por qué deben agregarse imágenes a un escrito si sabemos que las historias pueden contarse adecuadamente sin ellas? Entonces, ¿podría decirnos por qué cree que existen los libros-álbum?

P. N. : Bueno, como dije en Words about Pictures, «sea cual sea la razón de su invención y cualquier racionalización que podamos imaginar para ellos, los libros-álbum no necesitan justificación salvo el hecho de que son una forma exitosa e interesante de contar historias, que pueden dar y dan placer a los espectadores y lectores, tanto niños como adultos». Los libros-álbum pueden haber surgido por razones educativas, en la creencia de que los niños podrían reconocer lo que las imágenes representan más fácilmente que las palabras, de modo que mostrarles a los niños una imagen podría ayudarlos a comprender las palabras que la acompañan. Pero como sostengo en Words, eso no es necesariamente cierto; y una vez que los libros llegaron a existir, no necesitaron más justificación que el placer que ofrecen y las ricas posibilidades que pueden crear para escritores, artistas y lectores-espectadores. 


O. M. : En la década de los ochenta, cuando comenzó sus primeros borradores sobre la teoría de los libros-álbum, ¿quiénes fueron sus interlocutores? ¿Estaba usted en contacto con autores de álbum que ya tenían plena conciencia de que estaban produciendo algo diferente?

P. N. : Para ser honesto, nunca se me ocurrió que debía hablar con ilustradores. Mi formación como especialista en Literatura a principios de los sesenta me había animado a desconfiar de lo que los autores decían sobre su trabajo y a minimizar la importancia de las formas de las que la literatura surge o pueda interpretarse a la luz de la historia y las personalidades de sus autores (me había formado como lo que entonces llamábamos un «nuevo crítico»**). Sin embargo, estaba al tanto de un buen número de debates de ilustradores sobre lo que hacían, cómo lo hacían, etc. Por ejemplo, estaban los discursos anuales de los ganadores de la medalla Caldecott de la Asociación Estadounidense de Bibliotecas al mejor libro-álbum de EE. UU. Pero no los encontré tan útiles: muchos ilustradores, como muchos otros artistas visuales, no son necesariamente usuarios talentosos del lenguaje cuando describen su trabajo. Y en cualquier caso, mi interés no estaba tanto en lo que los ilustradores (o autores) pensaban que hacían como en tratar de entender los modos en que el tipo de trabajo que ellos ayudaban a producir comunicaba con los lectores-espectadores; tal y como dice el título de una conferencia temprana que di al principio de mi carrera: «Cómo funcionan los libros-álbum». Y, al menos en ese entonces, la mayoría de los ilustradores daban por sentado cómo funcionaban los libros ilustrados y rara vez hablaban de ello. Y también, como muchos adultos que trabajan en literatura infantil, dedicaron demasiado tiempo a hablar de su trabajo haciendo generalizaciones entusiastas sobre los niños y su maravillosa imaginación y alegre espontaneidad, etc., etc., y cómo las imágenes de sus libros hablaban de ello. Rara vez hubo conciencia de que estos ilustradores, sus autores, sus editores, etc., estaban en realidad (e inconscientemente) empeñados en sostener las generalidades sobre quiénes y cómo son los niños, alentando a los lectores-espectadores infantiles a creer que ellos solo eran verdaderamente niños cuando estaban felices y despreocupados —y eso, creo, es triste. Creo firmemente en la idea de que no existen «niños» como los de las frases «los niños son como tal o cual cosa» o «los niños menores de tres años no pueden entender esto o lo otro» o «no se puede hablar del tema "x" en un libro de imágenes porque eso asustaría a los niños». Todos y cada uno de los niños son individuos únicos, así que nunca podremos saber cómo un libro podría o no afectar a un niño en particular, por tanto no tiene sentido tratar de generalizar sobre cómo responderán los niños a los libros.


«Todos y cada uno de los niños son individuos únicos, así que nunca podremos saber cómo un libro podría o no afectar a un niño en particular, por tanto no tiene sentido tratar de generalizar sobre cómo responderán los niños a los libros.»


O. M. : ¿Existen diferencias sustanciales en la naturaleza pictórica de un libro cuando las imágenes tienen la función de interpretar una historia contada por palabras o cuando, ordenadas en una secuencia y acompañadas igualmente de palabras, construyen alguna otra forma de narrativa?

P. N. : No estoy seguro de entender a qué se refiere. ¿Me pregunta si hay alguna diferencia entre ilustrar un texto verbal que existía antes de que llegara el ilustrador y decidiera acompañarlo con sus ilustraciones o ilustrar un texto que se concibió desde el principio para transmitir una historia mediante palabras e imágenes? Si es así, creo que inevitablemente habrá diferencias entre estos dos tipos de libros. Por un lado, un texto escrito con la idea de que tendrá imágenes que lo acompañen tiende a adoptar un ritmo diferente al escrito con la idea de que habrá imágenes simplemente por crear una interrupción en la lectura de un texto, una pausa implícita mientras se mira la imagen, luego se pasa la página, etc. Un buen escritor de textos para libro-álbum lo sabe y lo explica incluso antes de que existan imágenes; alguien que no planea que haya imágenes no puede hacerlo, por lo que los textos cambian desde el momento en que que los ilustradores y editores eligen dónde dividirlos y ponerlos en imágenes, incluso aunque las palabras sigan siendo exactamente las mismas. Dicho esto, ciertamente creo que es posible agregar imágenes a una historia ya existente y hacer que funcione. Pero inevitablemente será una experiencia diferente, una historia diferente a la del texto por sí solo. Los lectores pierden el placer que obtienen de un texto verbal por sí solo, con el cual pueden imaginar ellos mismos cómo son las cosas, e incluso qué estado de ánimo o atmósfera están creando las palabras, porque ahora las ilustraciones ofrecen información más específica sobre todo eso. Pero entonces los lectores-espectadores obtienen el placer de mirar las imágenes y también, de pensar en lo que muestran las imágenes que las palabras no han dicho y lo que dicen las palabras que las imágenes no ilustran.


O. M. :  ¿Las imágenes fijas, aisladas y las imágenes secuenciales, fragmentarias, pertenecen a campos estéticos diferentes? ¿A qué se refiere cuando dice «en los buenos libros-álbum, las imágenes siempre están en trayectoria»?

P. N. :  Sí, creo que pertenecen a diferentes campos estéticos. No miramos una imagen fija considerando cómo lo que muestra ha cambiado en relación a una imagen previa y tal vez incluso a otra anterior aún. Pero una imagen en la secuencia de un libro-álbum se ha hecho con el conocimiento de y con referencia a esa secuencia. Sea uno consciente de ello o no, es invitado a pensar en ello y a darle sentido en términos de cómo lo que muestra va variando y conecta las imágenes (y por supuesto las palabras) que vienen antes y después. Lo que un ilustrador elige ilustrar y cómo diseña las imágenes para focalizar la atención en objetos específicos, crear estados de ánimo específicos, etc., está inevitablemente en la trayectoria: ayuda a que la historia se desenvuelva gradualmente y se convierta en lo que es. La verdadera cuestión es si las imágenes funcionan con éxito o no para crear el mejor camino o trayectoria más significativa e interesante a través de los eventos que se describen. Pero siempre habrá un camino, una secuencia que conecta la imagen con las palabras que la acompañan, las palabras y las imágenes previas, y luego las palabras y las imágenes posteriores. Y eso, obviamente, no puede darse con una imagen aislada. Como resultado, las imágenes de los libros ilustrados son significativamente diferentes de las que se sustentan por sí solas. 

Por otro lado, como aficionado a la experiencia del libro-álbum, digamos que tiendo a encontrarme mirando las imágenes de una galería de arte en términos de cómo funcionarían siendo imágenes de álbum. Me encuentro pensando en ellas como ilustraciones para la información didáctica que acompaña en las cartelas, para las formas en que los curadores las han organizado en galerías relacionándolas entre sí y, en algún momento, incluso creando una historia cronológica de la evolución de un artista o grupo específico explicando cómo las imágenes se relacionan con toda una historia del arte de la que surgen y con la que inevitablemente están en conexión. Así que tal vez todo el arte y todas las imágenes sean potencialmente parte de una historia más grande, ¿podrían considerarse como partes de algo parecido a un libro-álbum? (más información sobre esto, en mi reciente artículo aquí).


[…] tal vez todo el arte y todas las imágenes sean potencialmente parte de una historia más grande, ¿podrían considerarse como partes de algo parecido a un libro-álbum?


Próximamente en español, traducido por Plaza de Letras (Santiago de Chile).

** Nodelman hace referencia a la corriente formalista del New Criticism. (N. de la T.)





Perry Nodelman es profesor emérito de la Universidad de Winnipeg. A mediados los setenta centra su carrera como investigador en la literatura infantil y juvenil. En su país ha dirigido dos revistas académicas, Children’s Literature Association Quarterly (1983-87) y CCL / LCJ (2004-2008). Ha publicado más de cien artículos y es autor de cuatro ensayos de referencia sobre LIJ: Words about Pictures: The Narrative Art of Children’s Picture Books (1988) aludido en este artículo, The Pleasures of Children's Literature (2003), The Hidden Adult. Defining Children's Literature (2008), traducido al español El adulto escondido. Definiendo la literatura infantil y juvenil (Pantalia Publicaciones, 2020) y sobre literatura juvenil Alternating Narratives in Fiction for Young Readers: Twice Upon a Time (2017). Como reconocimiento a la dimensión internacional de sus investigaciones, en 2015 le fue concedido el Premio Internacional Grimm para Investigación en Literatura Infantil, en Osaka (Japón).


Odilon Moraes es ilustrador de libros infantiles desde 1990. Ha ganado en varias ocasiones el Premio Jabuti de Ilustración (Brasil) por A Saga de Sigfried (1994), O Matador (2009) y Teleco, o Coelhinho (2017). En 2002 publicó el primer libro escrito por él mismo: A princesinha medrosa (Jujuba, 2017). Realiza investigaciones sobre libros-álbum para comprender mejor el proceso creativo que implica su producción.

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