Una deambulación por el país de las cosas


¿Cómo sería la cartografía de los lugares imaginados por los pequeños protagonistas que pueblan la historia del álbum? ¿Qué caracteriza la representación de esas comarcas del imaginario infantil que consiguen insertarse entre las grietas de los rígidos mapas oficiales sin necesidad de quedar fijadas en un punto concreto? Y… ¿cómo son esas comarcas cuándo los protagonistas son tan pequeños que no saben todavía qué es el espacio? ¿Qué tipo de representación para un imaginario captado en el mismo momento de su creación? Cabanellas y Eslada (2005) aseguran que la experiencia espacial de la pequeña infancia es una percepción eminentemente sensorial, inarticulada, imprecisa, en la que se borran los límites entre lo objetivo y lo subjetivo, y que el conocimiento del espacio (y por tanto también la capacidad para imaginarlo, pienso yo) es inseparable de la acción ejercida en él.

Por otro lado, Vigotski (citado en Ruiz de Velasco y Abad, 2011), aseguraba que el juego está en el origen de la imaginación y la creatividad. Tonucci (2015) que jugar significa recortar cada vez un detalle de este mundo y Ruiz de Velasco y Abad que el juego es un medio excelente para obtener una intensa experiencia espacial.

La revista Hors Cadre(s), reivindicando el álbum como formato privilegiado para representar el imaginario infantil, hablaba de «imaginaires en actes» [imaginarios en acción]. Van der Linden, aludiendo a L’étroit cavalier de Michel Galvin, expone cómo hay ciertas obras, muy pocas, capaces «no de representar o figurar, sino de introducirnos directa, absoluta y abruptamente en la cabeza de una criatura que juega».

El álbum de Adela sería un buen ejemplo de ello. Este libro de Calude Ponti, de grandes dimensiones y que rompe con muchos de los preceptos con los que se asocia a los libros y la literatura para bebés (libros pequeñitos, que puedan manipular fácilmente, de cartoné y esquinas redondeadas, con historias o imágenes sencillas, etc.), se abre como un verdadero terreno de y para la aventura, en el que el espacio en blanco se plantea como un vasto territorio a explorar, muy parecido al espacio inarticulado en el que se perciben a sí mismas las criaturas más pequeñas. Un libro sin historia aparente, de composición muy teatral, en el que personajes y objetos variopintos aparecen, desaparecen o se transforman con el paso de las páginas. Un libro en el que el juego de alinear, apilar, amontonar o transformar nos permite observar en directo cómo aparece el juego simbólico en la mente de un bebé y cómo con el juego se construye, de a poco, el imaginario.


El álbum de Adela es pues un claro ejemplo de cómo son esos primeros territorios imaginarios infantiles: fragmentados, sin paisaje, carnavalescos, dislocados, atolondrados, coleccionistas. Una deambulación al país de las cosas, en el que los propios objetos en constante transformación, gracias al gesto de Adela, componen un territorio difuso y siempre cambiante, vinculado al nacimiento del juego simbólico.

Anna Juan Cantavella, antropóloga e investigadora LIJ
Invitada a participar en Círculo Hexágono con la preparación de su estudio Espacios imaginarios, territorios de la infancia. La representación de los espacios imaginarios en el álbum moderno (título provisional). Quizá la conozcáis a través de su blog La coleccionistaHoy disfrutamos de esta, su primera intervención en el foro XGN.


REFERENCIAS:

Isabel Cabanellas, Clara Eslava (coords.). Territorios de la infancia : diálogos entre arquitectura y pedagogía, Barcelona : Graó, 2005.
Claude Ponti, El álbum de Adela, Lata de Sal, 2015 (EO 1986).
Ángeles Ruiz de Velasco Gálvez, Javier Abad Molina. El Juego simbólico, Barcelona : Graó, 2011
Francesco Tonucci. La Ciudad de los niños, Barcelona : Graó, 2015
Sophie Van der Linden, « Padam, padam, padam » y « Rever est-il jouer? De la chambre à l’imaginaire, aller et retour », en revista Hors Cadre[s] nº 6. « Imaginaires d’enfant », 2010.



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