Con voz de mujer: folklore de la primera infancia


La voz canta y construye. Una voz de mujer obra el encantamiento y otra se aferra al hilo buscando la urdimbre. Importa que sean ellas: la madre, la que siempre fue, en su reino y su maldición, y la escritora, la que apenas se asoma a la libertad de ser, marcada por guerras que no han concluido.
La voz canta una nana, recita un juego de dedos, balancea a la criatura: construye con ese folklore un cuerpo, un mundo, una identidad. Inicia su tarea con tejidos propios, con sangre, leche y lágrimas (la otra se pregunta: ¿debería cabalgar, como un Cid Campeador?). Recién separada del fruto de sus entrañas, un nuevo cordón umbilical se tiende en el aire.
Hay coros, deseados o no. Voces que se unen a la suya, comunidad.
Hay diapasón interno y diapasón externo, coincidencias y desacuerdos entre los tonos y los ritmos del ser que da a luz y el que nace; entre la vida intrauterina y la que ordenan la luna y el sol, el sueño y el hambre, los diminutos relojes de afilados dientes.
La voz que canta es madre.
¿Madre biológica? ¿Nodriza? ¿Madrastra? Cómo no teñir la canción con estos poderosos destinos.
La voz que canta es madre.
¿Abuela? Dos veces madre. ¿Matrona? Tantos trajo a la vida. Y no olvidemos a la esclava Ágar, la criada que Margaret Atwood resucita en su obra.

¿Por qué canta la voz de la madre? ¿Siempre lo hizo? ¿Qué parte es instinto, qué mensaje es íntimo secreto? ¿Qué consignas son parte del contrato social y no de la naturaleza?
En medio del desorden dibujo mi nombre. Los años de doble mirada se acumulan en mis párpados: los de ser madre que gesta con su voz, los de acompañar a otras en la misma tarea. ¿Puedo ser la mente ambidiestra que vive y se observa, que ejerce el derecho a contar esta historia, al mismo tiempo central y relegada, del ser humano construido por la voz de la primera infancia?
En todo caso hemos de ser nosotras. Está llegando el tiempo en que, quizá por vez primera, podremos firmar un conocimiento del que somos protagonistas, y hacerlo como artistas y científicas, con todos los lenguajes humanos y lo que en ellos viaja. Músicas y primatólogas, neurólogas y poetas, antropólogas, cineastas, matemáticas, acudo a vosotras.
Dos ejemplos se sitúan en la raíz de esta llamada. Por un lado la conocida como Nana de Lorca y la interesante conferencia que dedicó al tema en 1928, bajo el título de “Añada. Arrolo. Nana. Vou veri vou. (que puede leerse en el siguiente enlace: https://www.biblioteca.org.ar/libros/157654.pdf). Lorca recopila y alude a textos populares que circulan en boca de mujer por el territorio español. Los escucha, admira e interpreta de modo bellísimo, consciente de su propia subjetividad, pero en absoluto de su papel secundario en las escenas que nos muestra. A nadie se le ocurre que mujer alguna tenga nada que explicar u opinar sobre aquello que canta.
De modo similar denominamos “Cuentos de Grimm” a aquellos que los hermanos tomaron de la tradición oral a través de diversas informantes y quedaron como muestra de la imaginación y el carácter germánicos. Ellas transmiten. Ellos interpretan y canonizan.
¿Algo en contra de la revalorización del acervo popular que se produjo en ambos casos? Simplemente una constatación: solo la entrada del hombre en un territorio tradicionalmente femenino, doméstico, logra dotarlo de importancia. Pero con su presencia o interés lo transforma en androcéntrico y así gana la posibilidad de ser filosófico, filológico e incluso abiertamente científico.

Beatriz Sanjuán



Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Hola Beatriz,

    He leído con mucho interés tu entrada. Encuentro en ella esta conferencia de García Lorca que desconocía y que he disfrutado muchísimo. Gracias por la referencia. El último párrafo hablando del mapa melódico de España y las fusiones y cambios de sangres, merece memorizarse: «esqueleto de aire irrompible que une las regiones de la Península […] con sensibilidad descubierta de molusco para recogerse en un centro a la menor invasión de otro mundo, y volver a manar fuera de peligro la viejísima y compleja sustancia española.»

    Dicho esto, debo confesar que no sé si entiendo claramente tu reivindicación. Parece que observas una diferencia en la relación que mantenemos las mujeres con el folklore y la que mantienen los hombres. Entiendo que denuncias el hecho de que sean siempre los hombres quienes emprenden el estudio teórico del folklore mientras que somos nosotras, las mujeres, quienes lo trasmitimos, lo cantamos. No sé si lo he entendido bien.

    Como lega en la materia, debo admitir que nunca había pensado en ello. De entrada me pregunto si me habré equivocado interpretando burdamente tu reflexión. Pero si fuera por ahí la cosa que planteas, me cuesta creer que este reparto de tareas sea así de neto. ¿No existen mujeres folkloristas?¿Y Carmen Bravo-Villasante? ¿Fue una excepción? ¿En qué lugar queda entonces el papel de los varones en la transmisión del folklore? Y si las cosas fueran verdaderamente así (ellas transmiten, ellos estudian), ¿qué conclusión apuntas?

    No sé, quizá esté preguntando tonterías, pero creo que necesito despejar dudas. Disculpa mi torpeza.

    ResponderEliminar
  3. Nada que disculpar, Ana. En realidad, siendo la primera entrada de una nueva propuesta de investigación, lo más lógico es que aún no estén muy claros los temas y abunden las preguntas. En una respuesta rápida, voy a intentar esquematizar un poco:
    1) El folklore de la primera infancia no se estudia ni considera en las mismas condiciones que el folklore en general. Esto ya sucede con la literatura, como bien sabemos en este grupo
    2) Existen grandes mujeres folkloristas: Margit Frenk quizás sea la más famosa en el ámbito hispánico y Ana Pelegrín la que más cito dentro de mi trabajo, porque sí se centra en las primeras edades. Carmen Bravo-Villasante, como bien apuntas, también dedica gran parte de su obra a la literatura infantil. El problema es que cuanto más se acercan a la primera infancia, menos atención reciben. Sus discípulos se mueven más en el ámbito de la didáctica que del arte y esto me lleva al siguiente punto.
    3) La parte significativa para la construcción del individuo y la transmisión cultural no es la funcional (la que selecciona la didáctica) sino la gratuita, artística, que se interpreta de manera compartimentada desde la experiencia adulta. Por ejemplo, es imposible abordar la nana sin poner en relación su música (inherente al género), sus textos (cuyas creadoras y receptores han carecido incluso del estatus de seres humanos plenos durante la mayor parte del tiempo histórico que estudiamos) y el contexto comunicativo y social en que se producen y perpetúan.
    4) La conferencia de Lorca es bellísima y muy interesante, especialmente por su mirada desde lo artístico. Pero no deja de ser la mirada del espectador. La voz de la malcasada, la de la nodriza, la del vientre estéril, la de la madre violada, son voces de mujer, no voces “del pueblo español”. La tradición literaria hasta hace poco apenas disponía de otra interpretación de lo que sentíamos y vivíamos las mujeres que aquella que se dignasen concedernos los hombres que nos describían.
    5) En el presente la situación ha ido cambiado lo bastante para tener referentes y oportunidad de estudiarlos que nos permitan defender nuestras propias investigaciones e interpretaciones. Podemos cuestionar los datos y etiquetas que nos han adjudicado. Podemos investigar un ámbito en el que somos absolutas protagonistas sin tener que aceptar cualquier inconsistencia que diga alguien por ser un estudioso reconocido mientras nosotras somos iletradas. Y como no quiero extenderme, menciono el caso de Emmi Pikler, una auténtica revolución. Para otro día, más.

    Beatriz Sanjuán

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares