Veo , veo
- Veo, veo
-¿Qué ves?
- Veo una mirada del derecho que me observa mientras veo que me mira del revés. Cuento ojos, narices y bocas y me salen tres pares, tres y tres.
- Veo, veo.-¿Qué ves?
- Veo una osa en ayunas.
- Veo, veo, espacio partido por tiempo.
- Veo, veo, que siempre habrá cosas difíciles de cambiar. Es difícil quedarse a solas con la imagen. Siempre hemos de hacer algún comentario. Cuando visión y pensamiento quedan a solas, parece que la palabra se ofende. Será porque no le gusta quedarse a ciegas. ¿Será por eso que nos incomoda tanto la imagen muda?
Leo el artículo sobre libros sin texto “Et si le sans avait du sens?” de Sophie Van der Linden. La autora se apoya en las palabras de la escritora francesa Marie Aude Murail “Hace falta que lo confiese. Siempre evité los álbumes mudos, a la hora de acostar. Los tengo, por eso, en mi biblioteca, y excelentes. El problema es que después de cenar tengo un momento un poco depresivo, digestivo, diríase, o crepuscular. No tengo ganas de crear.” La cita no está competa y la traducción es aficionada, pero resulta suficiente para pensar en ello. El artículo se extiende en la consideración de que el álbum sin texto no es la clase de lectura más apropiada para ir a dormir sino una lectura exigente con sus lectores. Tras examinar algunas consideraciones sobre este novedoso género gráfico Sophie Van der Linden termina su artículo ante un interrogante: “¿Y si los sin texto fuesen el futuro del álbum?”
La imagen muda, sin duda, nos despierta, porque propone un ejercicio intelectual de primer orden. Visión, además, es enfoque, porque los motivos, prejuicios, deseos e ilusiones tamizan lo que vemos.
“Las artes narrativas nos han enseñado desde hace tiempo que la fantasía convincente no es el producto fortuito de salvajes ideas rampantes, sino que resulta de la forma inesperada en que los elementos cotidianos son manejados.” Son palabras de Binette Schroeder, halladas a la derecha de esta imagen insondable. El mundo de la imagen nos habita y mientras nosotros no sabemos si sabemos operar con ella, ella opera con nosotros.
Leo el artículo sobre libros sin texto “Et si le sans avait du sens?” de Sophie Van der Linden. La autora se apoya en las palabras de la escritora francesa Marie Aude Murail “Hace falta que lo confiese. Siempre evité los álbumes mudos, a la hora de acostar. Los tengo, por eso, en mi biblioteca, y excelentes. El problema es que después de cenar tengo un momento un poco depresivo, digestivo, diríase, o crepuscular. No tengo ganas de crear.” La cita no está competa y la traducción es aficionada, pero resulta suficiente para pensar en ello. El artículo se extiende en la consideración de que el álbum sin texto no es la clase de lectura más apropiada para ir a dormir sino una lectura exigente con sus lectores. Tras examinar algunas consideraciones sobre este novedoso género gráfico Sophie Van der Linden termina su artículo ante un interrogante: “¿Y si los sin texto fuesen el futuro del álbum?”
La imagen muda, sin duda, nos despierta, porque propone un ejercicio intelectual de primer orden. Visión, además, es enfoque, porque los motivos, prejuicios, deseos e ilusiones tamizan lo que vemos.
“Las artes narrativas nos han enseñado desde hace tiempo que la fantasía convincente no es el producto fortuito de salvajes ideas rampantes, sino que resulta de la forma inesperada en que los elementos cotidianos son manejados.” Son palabras de Binette Schroeder, halladas a la derecha de esta imagen insondable. El mundo de la imagen nos habita y mientras nosotros no sabemos si sabemos operar con ella, ella opera con nosotros.
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