Los espacios en crisis de Satrapi
Ordenar un entorno en crisis siempre es una misión
cuesta arriba. Puede ser visto como el recorrido por un terreno árido, bajo un inclemente
sol, con cuervos revoloteando cerca y el fatalismo en la mochila. Michelle
Petit, en su libro El arte de la lectura en tiempo
de crisis, afirma que “en
ciertos momentos, de la vida, cada uno de nosotros es un espacio en crisis” (2009:
28).
De ser así, todos podemos llevar, además, la crisis como parte
del equipaje. Pero en el caso del adolescente la crisis es mucho más que una
compañera constante. Ellos son la representación de estos estados de crisis. No
es su culpa, están adentrándose a un mundo contrario, donde los adultos toman
decisiones ajenas a sus criterios, donde la vida se les hace confusa porque las
cosas como las tenían previstas dejaron de ser como eran: su cuerpo y su voz
cambiarán, los ideales, sentimientos y la relación con el otro. Todo está bajo sospecha e irá cobrando un nuevo significado. Esta es una de las poderosas
razones por las que las representaciones culturales, sobre todo la literatura,
el arte y la música, resultan un buen asidero en este tránsito. En ellos se
establece no solo una organización, sino también los referentes necesarios para comprender al mundo e identificar al lector adolescente con esta reestructuración del universo.
Marjane Satrapi es un buen ejemplo, retratando en cada uno de los libros que conforman la novela gráfica Persépolis, distintas formas de rebelión contra la crisis. Persépolis construye, a partir de las viñetas, un orden gráfico del mundo; y con las palabras, una significación de las cosas. Esto hace que el lector adolescente tenga una identificación vital que va más allá de la realidad iraní. En el primer libro que habla de la infancia de Marji, el personaje autobiográfico de la autora, se muestra la mirada absoluta de sus ideales. Esta niñez se rompe irreparablemente ante la muerte injusta de su tío por razones políticas. Marji decide enfrentarse al Dios de su imaginación, aquel que tiene el rostro de Marx, y al que ahora ella rechaza. Satrapi entrega al lector, al final de este libro, una viñeta a página entera que hace referencia al vacío que deja la conciencia de la adultez. Marji está con los brazos abiertos, flotando en la oscuridad del universo, con algunas estrellas, un planeta y el rostro de desconcierto y angustia de esta niña que le teme al vacío. La narradora del relato, la misma Satrapi adulta, anuncia en el margen superior de la viñeta con su voz omnipresente: "Así que me quedé sin punto de referencia: ¿podía pasar algo peor?" (2000: 77) Y en una burbuja se lee el grito de su madre advirtiendo que se acaba de iniciar un bombardeo. La crisis es como la nada, ese espacio donde el mundo personal debe empezar desde cero. En este caso, la adolescencia de Marji comienza con el estallido de una guerra.
(1) Persépolis, libro 1, capítulo Las ovejas. 2000.
Marji concibe esta posibilidad como una mirada
positiva de la crisis, donde el adolescente inicia la búsqueda de una identidad
a pesar de las condiciones adversas. Se crea un espacio íntimo e individual
desde donde se desmonta al mundo. Es
por esto que Satrapi no solo relata las convicciones de Irán en contra de las
necesidades de un pueblo, sino que muestra la rebeldía de este pueblo desde el
aparente silencio. Es un marco referencial de la realidad de Irán, donde además
el libro fue acusado de mostrar una visión irreal de la revolución islámica. Su
censura logró que figuras del feminismo iraní como la periodista Shahla Sherkat
y productora de la revista Zan, censurada también en el 2008 por tratar temas
como el maltrato de la mujer, no pudiera acceder al libro a pesar de conocer su
importancia entre algunos lectores anónimos de Teherán. Algunas personas se
rebelaban ante los espacios represivos de la crisis.
Esta
cotidianidad está también presentada en el segundo libro de Persépolis, haciendo énfasis en la
rutina diaria y gustos juveniles de Marji, quien se enfrenta a un espacio
hegemónico que prohíbe e impone condiciones. A esta adolescente le gusta oír
Iron Maiden, vestirse con zapatillas Nike y chaquetas de jean, pero debe
hacerlo desde los espacios del ocultamiento o bajo los códigos de ropa
impuestos a la mujer según el Islam. Esto revela no sólo su dinámica ante el entorno, su lucha de las ideas, sino
cómo la dinámica de los padres también asume riesgos para complacer los gustos
de su hija. Es así como en algunas viñetas se narra el viaje de los padres a
Estambul, donde descosen el abrigo del padre, para introducir dentro un afiche
de la cantante pop Kim Wilde, y poder entrar con él por la aduana de su país.
La respuesta no es cotidiana, parece poco creíble y hasta humorística, pero es
parte de una identidad real, a la que se le suma el tenso aliciente narrativo
de que todos estos actos son punibles, y las decisiones adolescentes se pueden
transformar en un riesgo mortal en Irán.
La astucia adolescente la rescata muchas veces de
estas peripecias hasta que el miedo la obliga a salir del país, lejos de la
comodidad del hogar en el tercer libro. Este viaje a Austria la enfrenta a un proceso de
identidad tan profundo, que abarca no sólo a las mujeres, sino también a los
hombres adolescentes. Cuestiona su cuerpo, su fe, su familia, su nación. Hace
del viaje iniciático un estado real y universal. En su relación con el otro,
identifica los cambios de su cuerpo, las costumbres de su país, y conceptualizará
de manera irreverente a “la verdura”, es decir, el gran tamaño de su nariz, un
rasgo definitorio de su personalidad al que debe acostumbrarse. (Fig. 2) Marji
debe enfrentarse a la crisis de ser un sujeto independiente, cuando su dinámica
se construyó desde la más absoluta represión. Es un mundo de normas nuevas que
la sobrepasan, por lo que regresa a Irán tras el fracaso que implicó ser libre.
(2) Persépolis, libro 3,
capítulo La verdura. 2003.
En esta biografía gráfica, Satrapi cambió los códigos de su mundo. En el primero se lee una mirada
pueril que se rompe hacia la subversión discreta del segundo libro. En el
tercero, Marji se enfrenta a la independencia absoluta. Pero regresar a Irán en el cuarto libro, la
centra definitivamente a lidiar desde la conciencia de sí misma, con la crisis,
y la libertad individual del ser humano. Es esta conciencia absoluta de su realidad, la que la conduce a irse por decisión propia a Francia, desde donde emprenderá la misión de crear. Como diría Petit, la crisis "igualmente puede estimular la creatividad y la inventiva, contribuyendo a que se elaboren otros equilibrios, porque en nuestro psiquismo, como dijo René Käes, una "crisis libera al mismo tiempo fuerzas de muerte y fuerzas de regeneración". "El desastre o las crisis son también, y por encima de todo, oportunidades", escriben Chamoiseau y Glissant tras el paso de un ciclón" (2009: 15). Actualmente, las crisis del mundo oriental, se han visto plagadas de estos espacios de subversión de los valores adolescentes, como en el caso de la joven Halima Hangar que con 16 años, drenó su idea de la guerra en Tripoli con grafitis de humor sobre Gadafi; o Malala Yousafzai, quien defiende el
derecho de la educación de las niñas en el Medio Oriente desde los once años, idea por la que recibió un atentado por las fuerzas talibanas
en octubre de 2012.
Las crisis, lejos de cómo se tomen, son estados difíciles para el hombre. Indistintamente de la situación social, política, económica. Es por esto que los jóvenes tienen la necesidad, rebelde en muchos casos, de revertir el
mundo y hacer un pacto de significados a su favor. Ordenar el mundo después de
la infancia es una de las crisis más difíciles a las que se enfrenta el ser
humano, pero la creatividad, el arte y la literatura son de los refugios más
sólidos que se han construido hasta ahora.
BIBLIOGRAFÍA
Petit, Michèle.
(2009) El arte de la lectura en tiempos
de crisis. México D.F.: Oceáno Travesía.
Satrapi, Marjane.
(2009) Persépolis. Barcelona: Norma
editorial.
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